viernes, 10 de agosto de 2007

BOTA, HIJO MÍO BOTA, QUE ES DE LA VIRGEN LA PELOTA

Había un rey que tenía una hija y tenía él el capricho de que tenía que casase con un hombre que tuviera los dientes de oro de nación. Y era mu guapísima, mu guapísima, un dechao de perfección de mujer, una cosa estupenda. Unos por querela por el reinao, porque tenía un reinao mu fuerte su padre, y otros porque la querían... lo normal era porque la querían porque es que era mujer pa eso. Pero ella no podía casase porque el padre no daba consentimiento, tenía que ser con uno que tuviera los dientes de oro. Pos muchos se quitaban la dentadura con buenos artistas que había de hacer dentaduras ¿no? ¡y le hacían la dentaura que era la suya! Pero nada... al rey no lo engañaban.
Pasa el tiempo y que no había ninguno, pero claro, como el Universo es el Universo, ¿no comprendes? el cielo y la tierra y to, pues el diablo dice:
- Aquí tengo yo buena materia con este hombre.
Se presenta el diablo vestío de caballero pa casase con la hija. Pos nada va el rey le trastea la boca y aquellos dientes eran suyos.
- Na... tú te casas con mi hija.
Se casan y por la noche va ella y se santigua y dio él un salto y se metió debajo la cama y de ahí no salió en to la noche. Conque va por la mañana y le dice al rey:
- El brazo este hay que cortáselo a su hija.
Conque le cortaron el brazo derecho. Llega la noche y ella con la mano izquierda se santigua otra vez. Otro sartenazo y abajo. Y le cortaron los dos brazos. A otro día por la mañana dice el diablo:
- Bueno, yo me tengo que ir y me llevo a mi mujer.
Conque salen anda que te anda, anda que te anda, ella ya sin brazos, camino del palacio suyo, que le decía él a ella. El infierno. Pero ella era mu buena cristiana y no podía entrar en el infierno. Conque anda que te anda que te anda, llegan a un sitio que había una cueva. Había una bifurcación de caminos, ya el camino pa el infierno y otro.
Y entonces ella se quedó allí en el camino porque hacía la señal de la cruz con la cabeza, invocaba a Dios y el diablo pos no podía acercase a ella. Entonces ya en una d’esas dio una zapacrita ¡pum! y se fue al infierno. Y ella, la pobretica, se quedó allí.
Pos ella comía lo que podía pillar de yerbas, de lo que fuera, por la boca. Había un manantial de agua allí cerca y bebía agua. Y pasa una pila de días y un día hay una fiesta en el palacio y se pierde un perro pero ven que también falta la pierna más hermosa de carne que había en el asaor.
- Los perros nunca han hecho esto... ¿Y este perro... ande habrá ío a comesela...?
Conque se asoman y ven que va el perro con la pierna de carne por el camino. Pos ya la guardia de palacio detrás del perro. Llega el perro a la cueva y se la puso en la falda, ¡ya ves tú como tendría ella la falda!... y rabiando que estaba se puso a comer la pobre. Conforme estaba así comiendo llegan y entonces la pillan se la llevan a la casa, la asearon bien, la vistieron... en fin, ya al ver aquella mujer tan guapa el príncipe, pos que se enamoró d’ella y que se casa con ella. Y ya le dijo lo que había pasao.
- Eso ha sío el diablo por tu padre, por la avaricia del oro... Yo como a ti te quiero, yo me caso contigo.
Ya se casaron y al tiempo viene una guerra. Y él se fue a la guerra y ella se queda embarazá y tiene dos mellizos. La reina va y le escribe una carta al príncipe que tiene un niño y una niña. Y entonces el diablo, en el camino, como el diablo siempre está pa lo malo, como es natural vive de su negocio, va intercepta la carta y le dice: "Ha tenío un perro y una perra".
Y entonces llega la carta, la lee el príncipe y contesta: "Si es perro y perra, lo que sea, dejalos ahí hasta que yo vaya". Y entonces el diablo intercepta otra vez la carta en el camino y la cambia: "De contao que llegue el dador con esta los matarás". La pobretica se descomponía llorando. Ella tenía los brazos de las mujeres que le habían puesto pa servila ¿no comprendes? ya pues al perder eso... Pues dice la reina:
- Id y que los maten y traéis los ojos de las dos criaturas.
Conque van los palaciegos y la sacan pa matar a los niños. A ella le hicieron unas alforjas y llevaba un niño a cada lao de las alforjas. Tenían hambre pos le daba teta de un empujón y así anda que te anda. Llegan allá a un monte y van a matalos y ella pos de rodillas llorando por sus niños. Y al ver aquél cuadro pos el mandamás dice:
- Aquí no va a pasar na. Aquí vamos a pillar dos alimañas, le vamos a sacar los ojos, se los llevamos a la reina... y ya hemos cumplío con nuestro deber, pero matalos no los hemos matao.
Conque pillaron dos alimañas, se llevaron los cuatro ojos y ella se quedó en el bosque. Y a poquito poco, lo que pasa una madre por criar un niño, que es lo propio, que eso no lo sabemos apreciar hasta que no tiene hechura... y dando vueltas por el bosque encuentra una salía y por allí sale.
Conque va anda que te anda, anda que te andarás, y ya tenía mucha sed y los niños llorando, también pos las criaturicas lo mismo... y con las alforjas así a ca lao. A esto un acuaducto y tenía una balsilla y va ella a beber agua y caen los dos niños dentro de la balsilla. Y el instinto ¿no? el instinto de querer salvar a los niños... hace de cogelos y le salieron las dos manos.
Y entonces agarró a sus niños, ya les dio agua, los lavó, los arregló dentro de lo que pudo ¿no? y ya pos niños de su alma... La Virgen, como había sío tan buena, le puso las manos de recompensa. Ya sale anda que te anda siguiendo el agua y llega a un cortijo antes de llegar a la población.
Ya a to esto había pasao mucho tiempo, ya la guerra había terminao. Y llega al cortijo y el cortijero, de ver aquella mujer y aquellos niños pos ya le dieron de comer. Ella sabía muncho, era una muchacha mu bien educá, la habían educao mu bien educá, como entonces se educaban que sabían toas coser. Le dieron un cacho de tela y se hizo unos capizallos a los chiquillos y ella ¡ya verás! pos cantando, alegría, alegría... y allí en el cortijo.
Pos pasa un poquillo tiempo y viene una cacería, con unos lebreles que daba miedo... unos perros... pos del rey. Conque ella, pa que no fuera a pasale na a sus niños se metió en una habitación con ellos y la Virgen le había regalao una pelota pa que jugaran los niños.
- Juega, juega bonico, jugad con la pelota... que os ha regalao la Virgen una pelota... venga... hala... que os ha regalao la Virgen la pelota...
Y a to esto ya está la furia de los perrazos, to los lebreles, y tos allí en las puertas aquellas, ya tos allí descansando.
- ¿Boto, mama boto?
- Bota hijo mío, bota, que es de la Virgen la pelota.
Y el rey se quedó oyendo cerca la ventana.
- ¿Si parece la voz de mi mujer?
Conque va abre la puerta, sale ella y se queó... pos congelá de alegría.
- ¿Si tú no tenías manos?
- Es que me las puso la Virgen.
Y ya le contó to la trayectoria, ya sacaron to el asunto de las cartas con la madre d’él y ya entonces el rey logró tener otra vez a su mujer y a sus hijos. Se fueron a palacio, vivieron felices, comieron perdices y una mijica alcaravea pa que tú te lo creas.

No hay comentarios: