viernes, 10 de agosto de 2007

EL LEÓN EN QUINTANADUEÑAS

Una vez se juntan los animales en un bosque mu grande y se ponen a hablar de las trampas que hacen los hombres pa pillalos. El león daba su parecer, el elefante, el zorro, el perro, el lobo, la ardilla, el ratón... en fin, tos los animales. Y el león dice:
- ¡Pos yo soy el rey de la selva por mi bravura!
Y el zorro estaba allá d’orilla d’él, el zorro pos es mu astuto, ya se sabe, bueno va el zorro y le dice:
- ¡Porque su majestá no sabe lo que es el hombre!
- ¿El hombre? El hombre es cualquier cosa, le pego una antallá que lo hago peazos... El hombre me lo cargo yo en un instante, ¡buena cosa es el hombre pa mí!
- No, no, su majestá no presuma tanto que el hombre es mu astuto y sabe mucho.
- Ahora mismo voy a él y verás tú, lo traigo... ¡hecho picaíllo lo traigo!
Conque sale el león pum pum pum pum pum y llega a un pueblo que le llamaban Quintanadueñas. Llega el león y llega aca el sastre.
- Pom pom.
- ¿Quién?
- ¿Vive aquí el hombre?
Sale el sastre y de que vio al león pos le entró el muermo.
- Nnnnno, nnnnnnno... no señor, no señor, aquí no vive el hombre, aquí vive... Soy yo, Juanillo el sastre.
- ¿Ah, conque...? Pos yo no quiero na con los sastres, es con el hombre.
Conque sale el león pum pum pum andando por el pueblo y el sastre se queó el pobretico que ya no había traje que hiciera bien hecho, el que no le faltaba una cosa le faltaba otra, no cortaba de buena manera... los ojales mal hechos, los botones mal puestos... El pobre se queó que no fue más sastre en toa su vida na más que de ver aquello.
- ¡Pos yo tengo que dar con el hombre!
Anda que te anda, anda que te anda pasa por la puerta una panadería y al olorcico del pan hace el león:
- ¡Aaauuuuuuummmmm... hay que cosa más divina! ¡Que olorcico a pan caliente!
- Pom pom.
- ¿Quién?
- ¿Vive aquí el hombre?
- No, aquí vive Nicolás el panaero.... Aquí no vive el hombre.
- Pos tengo que encontralo.
Y el pobre panaero se queó también asustao. En los amasijos, en unos echaba levadura de más, en otros le echaba levadura de menos, otros los medio quemaba, otros los sacaba... ¡Total, un desastre! Por donde iba el león pasando en busca del hombre iba haciendo un desastre. Conque sigue andando que te anda que te anda, pasa por una alfarería y dice:
- ¡Vaya pila cacharros!
- Pom pom.
- ¿Quién?
- ¿Vive aquí el hombre?
- No, aquí vive Tomás el alfarero... Aquí no vive ningún hombre.
Conque dice:
- Bueno, pos me voy.
Pero ya Tomás el alfarero se queó el pobretico que munchas veces ni atinaba siquiera a dale al torno. Y salía a hacer las cuberteras y tos las sacaba torcías... los cacharros, los cántaros... en fin, que to era un desastre. Conque ya le da la vuelta al pueblo y llega a la puerta una fragua y estaba el fragüero trabajando y la puerta de la fragua tenía una hoja partía.
- ¿Vive aquí el hombre?
- Sí.
- ¡Que salga ahora mismo que lo voy a devorar!
- Espérate una mijilla... Es que estoy haciendo un chapucillo. ¡Hombre, espérate que lo termine!
Agarra unas tenazas planas, las mete en la fragua y le dice al chiquillo que tenía allí:
- ¡Niño, dale al fuelle!
Y va el tío, ya que están las tenazas calientes, sale con ellas y le dice al león:
- Bueno, ¿y usté qué?
- ¿Yo? Que yo soy el león, el rey de la selva y m’an dicho que el hombre puede conmigo y yo vengo dispuesto a devorar al hombre.
- Si hombre, uste por eso no se preocupe. El hombre soy yo y aquí está la muestra.
Hizo así con las tenazas y le pilló las narices, Y al pillale las narices pues las tenazas que estaban ardiendo ¡pos carne quemá! y se queó pos sin narices el pobre rey y allí que salió con el rabo entre las patas juye que te pillo y el tío detrás con las tenazas pa echale mano y dale otro calentón. Y el león corre que te corre, corre que te corre, cruzó la vega y allá que se fue al cerro y llega ande estaban los animales con la cabeza baja y el rabo entre las patas y le dice el zorro:
- ¿Qué, su majestá, cómo sa dao?
- ¡Malamente, malamente!
Pos claro, había otros zorros más viejos y uno ya de los más viejos era el médico que tenían ellos. Y va el zorro este y habla con el viejo y le cuenta lo que había pasao y dice:
- Sí, ahora le daremos algo que a la mejor, como vaya, se queda allí pa siempre.
Y el león pos también el hombre cavilaba, tenía que salvar su nariz y su pellejo. Va al médico y le dice el médico, mirándole la nariz.
- Mal, mu mal la nariz. Esto pa poder curalo hace falta un cacho de carne de hombre.
Entonces fue el león agarró la zarpa, le pegó un zarpazo al meico que lo hizo peazos y lo mató.
- ¿Qué quieres ladrón, que por una chispa de na ma quitao las narices, pos ahora ir yo y quitale un cacho de carne? ¡Entonces se quea con to mi persona! ¡Bueno está, es mejor vivir sin narices que tirar la colambre!

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