viernes, 10 de agosto de 2007

SUFRE COCHURA POR HERMOSURA

Una vez había dos hermanas y tenía ya la más joven lo menos setenta años, ya viejas, demacrás, to su ilusión es que tenían ganas de casase. Y la gente del pueblo, que lo sabía, que las conocía, como nos conocemos tos en los pueblos, y sabían que no podían ni siquiera arrastrar las patas las pobreticas. Pues llega un viajante, y en aquellos tiempos venían y se tenían que tirar un par de días en el pueblo porque no había coches ni correos.
- Bueno, ¿cómo le vamos a dar el chasco a estas?
Y había una mujer en el pueblo que hacía, con rábanos, hacía unas manos que parecían de verdad, lo mismo que se lían las ristras de ajos. Ya sabían que aquel viajante tenía ganas de casase con una mocica del pueblo y las de pueblo y las de capital toas saben leer y escribir. Como sabían que tenía mucha gana van y le dicen a aquella:
- Vas a hacer una mano, una mano de rábanos pero que sea perfecta.
Y pillan al viajante, y en combinación con otro, van a casa de las hermanas y tocan.
- ¿Quién?
- Servidor.
- Aquí vivimos dos mocicas que no queremos abrir, que hay mu malas lenguas luego.
- No, no, si yo lo que quiero es na más que des... agarrar una mano na más por debajo la puerta.
Las puertas en aquél tiempo tenían gateras pa que entraran los gatos a por los ratones, no había matarratas. Conque va una y mete la mano de rábanos, la tienta el tío.
- ¡Uy, que mano más suave! ¡Qué cosa más linda! Yo contigo me caso.
- Yo también, yo también. Pero tenemos que casanos a ciegas, no me tienes que ver hasta que nos acostemos.
Total, les echan las bendiciones, y ya de noche, cuando van a acostase, enciende un candil en la habitación y el viajante, de que ve aquél esperpento, la agarra y la tiró por el balcón. Y había un peral mu grande debajo y en una rama se quedó la pobre enganchá.
- ¿Y adónde voy a la hora que es? ¿Cómo salgo yo de aquí? Pasaré aquí la noche y por la mañana me iré por ahí que Dios me ampare.
Así que el viajante se acostó y se quedó dormío. A esto ya, casi entre dos luces, queriendo venir el día, pasan por allí tres cornejas volando. Y dice una:
- ¡Ay que ver! ¿No sabéis lo que ha pasao?
- No.
- Pos que a la tía Melindres, que está con la hermana, la pasao esto. Han hecho una mano y sa casao con un viajante engañao, y el pobre, cuando ha visto eso, la tirao por el balcón y fíjate la tía Melindres donde la tienes ahí.
- Mira, ¿pos sabes tú lo que voy a hacer? Que yo la voy a poner de quince años.
La puso de quince años y la vieja se convirtió en una moza, ¡ya ves tú, con quince abriles! Conque dice otra corneja:
- ¡Pos yo la voy a poner con un pañuelo de seda de los que se vayan!
Y el pañuelo es que se iba de la seda hermosa y lo bien hecho que estaba. Y dice la otra corneja:
- ¡Pos yo le voy a regalar el vestío de novia más hermoso que se pueda conocer!
Y se quedó vestía de novia ¡vaya, hecha una maravilla! Conque por la mañana, y la pobretica llorando, abre él el balcón pa que entrara la gracia de Dios, pa vestise y ise, y la ve.
- Pero, ¿qué haces ahí, muchacha?
- Que quiere usté que haga, pos si anoche me tiró usté por el balcón.
- ¡Que yo te iba a tirar a ti por el balcón! ¡Pero que estás diciendo mujer!
- Pos yo de aquí no puedo meneame ni he podío soltame, aquí estoy enganchá en el peral.
Fue, la descolgó del peral. Ya se metieron en la casa y estaba él más contento que unas pascuas.
- ¡Anda que la perla que yo iba a tirar! ¡En el mundo! ¿Quién me iba a decir a mí esto? Pero mujer y por qué no me dijites...
- Si me tomates y me tirates, no me dio tiempo a decir na.
Ya hicieron su vida normal. Él pilla el camino, se iba por ahí y venía. Pero la hermana de ella se ponía:
- ¡Tata, tata, tata, yo quiero casame, yo quiero casame!
- Pero mujer, ya te sadrá novio.
Y un día se pone ella en combinación con el barbero y le dice:
- Mira, me pasa esto con mi hermana y vamos a quitala del medio. Yo te pagaré bien pagao. Yo le diré que es que m’han afeitao y tú te encargas de afeitala y le cortas el pescuezo.
Y le dice a su hermana:
- Pos mira fulana. Es que me pasó esto, el barbero me afeitó y mira que bien m’ha dejao.
- Yo quiero también, yo quiero.
- Te hará daño y to eso, tú no te preocupes.
Se va al barbero, se sienta y se lía el barbero venga dale jabón. Y ella venga decir:
- Sufre cochura por hermosura... sufre cochura por hermosura... sufre cochura por hermosura...
Y en una de esas hace ¡cataplum! le cortó el pescuezo. La enterraron y ella siguió viviendo tan agustico.

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