viernes, 10 de agosto de 2007

EL LEÓN Y EL TIGRE

Esto era una vez un matrimonio que tenían un hijo. Ellos eran mu pobres, mu pobres, mu pobres y el marío estaba malo, pero malo malo, malico casi pa morise. Y la enfermedad del padre se lo había llevao to, to entero, to los bienes; habían vendío to. Y tenían el hijo, que se llamaba Juanico, y no les quedaba ya por vender na más que un gallo y una gallina, que a la madre le gustaba mucho los animales y lo había dejao pa lo último. Y dice:
- ¡Ay que ver...!. Si es que tu padre lo necesita to. Mira Juanico vamos a hacer una cosa, me da tanta lástima, tanta lástima de vender estos animales, que me gustan tanto, que vas a ir y los vendes tú... ¡A ver si te engañan!
Y Juanico, que tenía doce o catorce añillos entonces va y dice:
- Mama ¿y yo como vendo esto?
Porque ellos vivían en un cortijo en medio de unos cerretes y tenían que ir al pueblo pa vender lo que fuera.
- Pos mira, tú te vas y el dinero que te den por él pos te lo traes.
Pos bueno, va el crío, pilla su pollo, pa vender primero el gallo, se pone en una esquina del pueblo y el pobretico estaba aturullao vivo.
- ¿Y cómo vendo yo esto?
El pobre no sabía como hacele la propaganda al pollo. Pos la cosa es que se pone en la esquina y no dice ni pío, na más que allí estaba en la esquina. Y se tiró pos to el día entero en la esquina. A esto que llega un hombre mu elegante, mu bien vestío, y le dice:
- Juanico, ¿qué haces?
Y él se quedó así mu extraño. "¿Y este tío cómo sabrá como me llamo yo?". Pero no dijo na.
- Pos que mire usté... que mi madre m’ha dicho que venga a vender este gallo. Pero ya ve usté, aquí estoy... yo no sé ni como vender esto.
- Pos mira, vamos a hacer una cosa. Yo tengo este perro que mira que hermoso es. Este perro puede resolver los problemas de muchas personas. Tú me das el gallo y yo te doy el perro, que este perro se llama León.
Y Juanico, con tal d’eso le habló el hombre ¿no? que le dio el gallo y se llevó el perro. Y llega a la casa:
- Madre mire lo que m’ha pasao... Ha venío un hombre, m’ha dicho que le de el gallo y que él me da este perro...
- ¡Ay Dios mío! Pero donde vas tú con ese perro, pero si ese perro come más que tos nosotros juntos... ¡ay señor!
El perraco era un mistolobo d’esos gordos que no me veas, hacía más bulto que el niño. Y a otro día le dice:
- Mira Juanico, toma la gallina. Me da mucha lástima... con el dinerico del gallo yo podía haber ío a la farmacia, podía haber hecho algo, pero como no, toma la gallina pero no vayas a hacer lo mismo.
- Claro madre, ¿y si viene el hombre?
- Pos nada. O te da dinero o na.
Total, la misma operación que el día anterior; llega y se pone en la misma esquina. Y nada, nadie le compraba la gallina, ¡pos si él no decía na tampoco! Allí está to el día y llegando ya casi la hora de ise...
- ¡Blotas! pos hoy no va a venir ni el tío el perro.
A esto que viene el hombre con otro perro exactamente igual.
- ¿Pero si ese es el perro que...?
- No, este perro no es el mismo que te llevates ayer, pero si tú me das la gallina te llevas el perro. Este perro se llama Tigre. Y el otro solo y este solo, ninguno de los dos hacen na pero estando los dos juntos resuelven la vida de cualquier familia. Tú, si me haces caso y te lo llevas, los perros son tuyos. El gallo y la gallina son míos pero tú con ellos no tendrás problemas, puedes ordenales lo que quieras que ellos te obedecen siempre.
- Pos bueno, yo me lo llevo.
Pos agarró el perro y se lo llevó también. Cuando la madre lo vio aparecer con el otro perro puso el grito en el cielo.
- ¡Juanico! ¿Pero dónde vas con otro perro...? ¡Ay Dios mío, este niño, si es que eres tonto...! Por algo te tuve yo que poner Juanico...
- Calla madre, que m’hadicho ese hombre que estos perros resuelven la vida de cualquier persona.
- ¡Si, la nuestra la van a resolver! Tu padre que necesita... no necesita ni medicinas, lo que necesita es comer y no tenemos ni pa dale de comer. Y tú me traes dos perros...
Y entonces dice el padre:
- Mira mujer, no te pongas así porque el niño si nunca ha salío... ¡haber ío tú! Ahora si el niño dice que mandándole las cosas... pos a lo mejor es verdá. Venga Juanico, pos mándale algo a los perros.
Va Juanico, el pobre se lo creía menos que el padre, pero bueno...
- León, Tigre... venir aquí.
Y se ponen los perros delante d’él, desos perros que hay chulos, flamencos... d’esos bonicos grandones y así mu vivos.
- Quiero que me traigáis comida. Traéme comida de donde sea y como sea... pero traéme comida.
No hace na más que decíselo, salen los perros zumbando y se perdieron como por arte de magia. Y de pronto vienen y le trajeron de to lo que podían imaginar ellos de comida, de to. Pos se hincharon tos de comer.
- ¡Oy Juanico, ay que ver, pos si esto es una minica...!
Pos ya los padres tan contentos.
- Ya pos ni vamos a trabajar... ¡con estos perros! Ahora lo que nos hace falta es comprar las medicinas que le hacen falta a tu padre.
- ¡León, Tigre! Traéme dinero como pa resolver la vida, no tener que trabajar nunca más.
Salen los perros zumbando y le trajeron dos o tres sacos de monedas, de billetes y de to... ¡Cuando los padres vieron aquello!
- ¡Ay, ay... qué perros!
Total, que se echaron a la buena vida. Y claro, pos pasó el tiempo; no tenían na más que caprichos y cosas d’esas... ya Juanico era un hombre. Y le dice a la madre y al padre:
- Yo trabajar no voy a trabajar porque me es innecesario. Yo les ordeno a los perros que me traigan lo que sea y me lo traen... así que trabajar no voy a trabajar. Pero estoy ya harto de vivir aquí... vosotros estáis trabajando en la tierra porque estáis ya viejos, estáis aburríos, pero yo que tengo veinte años, yo me voy a ir por ahí. Ahora que eso sí, me llevo mis perros que pa eso son míos. Yo os voy a dejar lo que no os vais a gastar en to vuestra vida...
Pos agarra, le dice a los perros que le traigan lo que a él le pareció, se lo traen to entero y luego dice:
- ¡León, Tigre! ahora quiero que me traigáis un caballo, pero lo quiero blanco, el mejor caballo blanco que se haya visto jamás.
Igualmente, los perros desaparecen y cuando vienen traen un caballo blanco que no me veas. Va, se monta en su caballo, se despide de sus padres, llama a sus perros:
- Venga, vámonos a correr aventuras.
Y ¡hala! pos marchando. Iba de ciudad en ciudad, por to los montes, por to los sitios y entonces llega a un pueblo y ve que está to la gente entera llorando, venga llorar venga llorar venga llorar, y las campanas doblando a muerto. Y to la gente llorando y las campanas doblando y to la gente entera de luto. Y le preguntó a una mujer:
- ¿Qué es lo que pasa?
- Tú eres forastero ¿verdá?
- Sí.
- Pos mira, ves aquella montaña, le llaman la Montaña de Irás y No Volverás porque to el que va allí... Hay un dragón que tiene siete cabezas. Y cada mes tenemos que echale a una doncella del pueblo porque si no la leyenda dice que si no le obedecemos ataca al pueblo en masa. Y por eso están las campanas, de noche y de día, siempre siempre están doblando. Ahora lo que tenemos que hacer es que este mes le ha tocao a la hija del rey, a la princesa.
- ¿Y eso cómo es?
- Pos el rey ha dicho que si alguien es capaz de salvala, además de dale to lo que quiera, se casará con ella si quiere... pero que le dará to lo que quiera. No solamente por salvar a la princesa sino por quitar al dragón del medio.
Pos él piensa lo que piensa y va en busca de la princesa y habla con ella, así a solas, sin que lo viera nadie. Y le dice ella:
- Pos si vas a ir dilo.
- No, por si no sale bien pa qué vamos a dar falsas esperanzas. Yo tengo dos perros que seguro seguro acaban con el dragón. Pero yo quiero saber hasta donde puedo llegar.
- Si se entera uno que me pretende te matará.
- Por eso.
Total, que ya va. Y ella tenía que ise sola. Pos ya que va llegando ve que está él con su caballo blanco y sus dos perros en el sitio donde tenía que llegar ella.
- ¿Qué haces aquí? Te he dicho que te devoraría el dragón.
- Ya te he dicho que no importa. El tiempo que tarde estaremos juntos.
Entonces dice ella:
- Mira, pa que no haya duda por si acaso alguien intenta usurparte algo... toma.
Y le dio medio anillo, medio pañuelo y un amuleto que llevaba colgao del cuello.
- Con esto ya se demostrará quien es el que ha matao al dragón, si es que lo matas.
Porque el otro iba diciendo por el pueblo que iba a ir él a matar al dragón. Y como él no había dicho na...
- Pos si viene el otro y se lo encuentra ya muerto pos que sepa...
A esto que se oyen to los rugíos, el dragón echando fuego por las siete cabezas y bufíos y de to... Y dice él:
- ¡Apártate!
- No, me tiene que ver. Porque si no me ve, en vez de tirar pa’cá tirará pa’l pueblo y lo arrasará.
- Está bien, pos que te vea, pero ten cuidao de que no te toque...
Sale él corriendo y dice:
- ¡León, Tigre! ¿Estáis preparaos? Esperase que yo os diga pa atacar.
El dragón la vio a ella, se engolosinó y iba derechico. Entonces le dice él:
- Corre, escóndete en aquella cueva. Y vosotros ¡atacad, atacad!...
Y corriendo los perros se lían con el dragón venga pelear, venga pelear, y él con una espada, que también le había pedío a los perros, también hacía lo que podía. Hasta que ya el dragón... era mu poderoso pero pudieron los perros, el León y el Tigre. Entonces ella sale corriendo.
- Me tengo que ir a dale la buena nueva a todo el pueblo... Toma también este pañuelo que llevo al cuello.
Pos va ella y sale corriendo y el primero que la ve, que estaba por allí cerca, era el otro que era mu malo, el otro pretendiente, que ese no era bueno, que es que era mu malo. Y le pregunta a ella:
- ¿Qué es?
- Un muchacho... un muchacho ha matao al dragón con dos perros.
¿Entonces el tío qué hace? Sale zumbando y le corta al dragón las siete cabezas y se las lleva. Y llega a palacio. Y le dice el rey a ella:
- Mira, hija mía... este es el hombre que ha matao...
- No padre, ese no es... ese no es el que ha matao al dragón.
- Sí es, porque mira donde trae las siete cabezas.
Y ella se quedó mu seria.
- Traerá las siete cabezas pero no es.
- Pos yo... el que traiga otras pruebas más... pero si no, este es.
Pos ya como él decía que sí, que sí que sí, aunque ella dijera que no y como llevaba las siete cabezas... Pos dice que él lo que más anhela es casase con ella. Pos nada, agarran y preparan to las cosas pa la boda. Pero ella venga decir:
- Padre este no es.
- Pos que venga el otro. ¡Yo qué hago si este hombre ha traío las siete cabezas del dragón!
Pos bueno, entonces ya ella mu resigna, viendo que el otro no aparecía, pos acepta.
- Bueno pues yo acepto, no me queda más remedio.
Y ya que están to las cosas enteras preparás pa la boda, va él y manda los perros y les dice:
- Id a palacio y traeros la mejor bandeja que veáis de carne.
Él estaba parando allí cerca en una fondilla que había. Pos van los perros pim pim pim entran a palacio, empiezan a mirar por las mesas y la mejor bandeja que vieron esa misma se llevaron una ca uno. Y to el mundo, claro:
- ¡Eh... dónde van esos perros, dónde van esos perros...!. Se llevan la carne.
Pos nada, los perros pim pim pim allá que se las llevaron. Y llegan y se las ponen a él y él se puso a coméselas tan ricamente.
- Id ahora y traed la mejor bandeja de ensalada y de cosas que veáis.
Pos nada, igual. Y luego dice:
- Id y traese el mejor frutero.
Total, así por platos. Y claro, el primero los pilló despreveníos; el segundo pos un poquillo también, pero el tercero ya pos siguieron a los perros y encontraron a él. Entonces el rey mu enfadao le dice:
- ¿Por qué has hecho eso?
- Porque me pertenece.
- Mira, aquí están las siete cabezas del dragón, que es la prueba de que este hombre ha salvao a mi hija y a to el pueblo.
- Sí, pero yo tengo otras pruebas.
- ¿Sí?
- Si, ¿dónde está su hija? Aquí tengo medio anillo de la princesa, medio pañuelo y la mitad del amuleto que llevaba en la cadena.
Pero el otro dice:
- Ella te daría a ti esas joyas antes de que llegara el dragón. Pero el dragón lo maté yo porque mira, mira donde tengo las siete cabezas.
- Sí, tú tendrás las siete cabezas... pero ¿por qué no miráis dentro de las cabezas a ver qué hay?
Entonces miraron.
- No hay na.
- ¿Ves tú como no hay na? Porque las siete lenguas las tengo yo, que las quité antes de las siete cabezas. En este pañuelo de cuello que me dio la princesa las lié.
Y sacó el pañuelo de la princesa con las siete lenguas liás. Entonces ya le dice el rey al malo:
- ¿Conque eres un traidor?
Agarraron y lo meten en la cárcel. Pero entonces ese hombre era imprescindible pa’l rey, era como un consejero o algo d’eso y lo dejaron que saliera pa algo que tenía que hacer, pa algún asunto de estao o algo d’eso y cuando salío pos no lo encontraban.
- Este hombre tiene que estar escondío en algún sitio de palacio.
Y por más que buscaron no lo encontraban. Y ese día era el día que se iban a casar ellos y habían preparao una habitación al nuevo matrimonio y entonces va él y dice:
- ¡León, Tigre, venid pa’cá! Entrad en la habitación y mirad a ver si hay alguien.
Entonces entraron los perros y lo mataron. Estaba en la habitación, se había escondío con un puñal pa matalos. Y ya ellos se casaron, vivieron felices, comieron perdices y un poquito de alcaravea pa que tú te lo creas.

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