viernes, 10 de agosto de 2007

PEZ, PEZ, ¿CUMPLES CON TU DEBER?

Una vez había un rey que tenía la costumbre de todos los días al almolzar comese un pez frito. Ya fuera un salmonete, una caballa, una sardina, lo que fuera... un pez. El cocinero pos poco más o menos, pos sabía, como es natural y to los días le compraba uno. Y to los días ya estaba terminando de comer, llegaba a la cocina, preparaba el pescao pa cuando terminara lleváselo.
Y así un día y otro... pero un día no hace el cocinero na más que echar el pez a la sartén y cuando está a medio freír sale un genio y le da así con la vara y le dice:
- Pez, pez, ¿cumples con tu deber?
Y entonces el pez pegó un salto de la sartén y se fue juyendo. "¿Que hago yo ahora? ¿Y qué le digo al rey? Sí, tiene que enterase... ahí está el aceite y la sartén... y el pez que sa ío..." El rey, que acababa de comer, ya estaba esperando el pez. Conque va el cocinero y le dice:
- Pos mire su majestá que se m’a quemao el pescao.
Y le contesta el rey.
- Bueno, bueno hombre. Eso no tiene importancia, de ninguna manera... Al que cuece y amasa en esta vida de to le pasa. Has tenío la desgracia de que te s’ha quemao por un descuido o lo que sea... que se va a hacer... eso no tiene importancia. Ahora, ten cuidaico pa la próxima, que no vuelva a suceder.
- No tenga cuidao su majestá que no me sucede.
Conque pasa el día, llega otro día, llega la hora del almuerzo, le pone de comer al rey y a la hora de llevale el pescao, agarra el pescao, se pone allí:
- ¿Tú te vas a ir? ¡De aquí no te escapas tú!
Y entonces no hace más que echalo en la sartén y sale el genio otra vez:
- Pez, pez, ¿cumples con tu deber?
Si salto bueno pegó el pez del día anterior más gordo lo pegó este y más pronto se fue. Y ya el cocinero se quedó patitieso.
- Ayer pasó lo que pasó, pero hoy, ¿qué le digo yo al rey?
Y cavilando, cavilando pensó: "Le diré que se la comío un gato".
Conque va y le dice:
- Su majestá, ayer me se quemó el pescao pero hoy es que se l’ha llevao un gato. Tendría mucha hambre o lo que fuera, la cuestión es que el animalico ha venío y se l´ha llevao.
Ya el rey no le dio importancia, pero estaba más escarabajeaillo.
- ¡Hay que tener más cuidado!
- No, ya no me pasará más.
Pos pasa el día y viene el otro y lo mismo. No hace más que echar el pez a la sartén y ¡catapún! el genio otra vez. Dice:
- Pez, pez, ¿cumples con tu deber?
Y da el salto, que si grande lo habían dao antes, más grande lo dio ahora, y se fue. Y el cocinero fue a hablar con el rey y le dice:
- Su majestá m’ha pasao esto con el pescao. Antedayer salió un genio y le dio con una varilla y al decir al pez, “pez, ¿cumples con tu deber?" pilló el camino y se fue el pescao. Ayer me pasó lo mismo. Y hoy ha pasao igual, ha salío el genio otra vez y si pronto se fue antes más pronto s’ha ío ahora.
- Bueno, no tengas regomello por eso. Es una cosa que es así. Mañana lo vas a hacer y lo voy a presenciar yo.
Y entonces a otro día, va el rey, termina de comer, se va con el cocinero a la cocina. El cocinero arregla el pescao, pone la sartén con el aceite y echa el pescao. Y en ese momento, igual que los otros días, apareció el genio y dijo:
- Pez, pez, ¿cumples con tu deber?
Y si grande dieron los otros peces el salto mucho más grande lo dio este ahora y se fue en un instantico, en un abrir y cerrar de ojos. El rey se quedó con la boquita abierta viendo como el pez estaba en la puerta. Y dice el rey:
- Esto tiene algo.
Y sin pensarlo sale andando detrás del pescao. Y el pescao anda que te anda y el rey siempre detrás del pescao. Llegan a la orilla del mar y entonces el pez se tira al agua, pero iba nadando y con el hociquillo fuera, y venga nadar pero sin retirase mucho, haciéndole al rey que se fuera con él.
El rey sin pensaselo preparó una barca, se montó y el pescao anda que te anda, anda que te anda y el rey con la barca detrás anda que te anda, anda que te anda. Así echaron el día. Llega la noche y se hizo un remanso en el agua alrededor de la barca y allí no se meneaba na.
Pasan la noche y al otro día pos ya se perdió el remanso y otra vez el pescaillo anda que te anda, así durante todo el día. A la hora de almolzar otra vez el remanso y siguieron después de comer. Llega la noche y se hace el remanso otra vez y pasaron la noche.
De esa manera se tiraron una pila días y una pila noches. Y el pescao siempre con el hociquillo fuera y anda que te anda, anda que te anda, hasta que llegan a una isla. Entonces el pescao conforme iba nadando llegó a la arena y se quedó de pie en ella mirando a la isla durante un momento hasta que ¡cataplum! se dio la vuelta, se tiró al agua y se perdió. El rey dijo:
- Aquí en esta isla está lo que sea... aquí está el misterio de lo que sea.
Conque sale y empieza a recorrer p’aquí, p’allá, hasta que se hizo de noche. Y al otro día igual, venga andar p’acá, p’allá y venga andar. Así se tiró dos o tres días recorriendo la isla, hasta que siente a lo lejos:
- ¡Ay! ¡Ayy! ¡Ayyy!
- ¡So criminal, so ladrón!
- ¡Ayy! ¡Ayy!
- ¡Lo que has hecho!... ¡Si te tengo que matar a poco a poco! ¡Lo que has hecho conmigo! So criminal...
Esto lo sentía el rey mu remoto conque guiándose por las voces llegó a un pequeño monte y vio a un hombre sentao en un sillón mu hermoso y ricamente vestío, con púrpura y to... era un rey. Y vio una mujer que le estaba pegando una paliza con una astera de púas, con muchos pinchos así de punta puestos en la espalda, y desnuda la espalda, y la mujer dándole garrotazos en lo alto. Ca garrotazo que la mujer le daba se le clavaban las púas y esos eran los quejíos que daba el pobre.
- ¡Ayy! ¡Ayyy!
Y ella:
- ¡So ladrón, so criminal!
El rey se quedó escondío hasta que lo jincharon al otro. Cuando se jartó la mujer de pegale pos pilla el camino y se va y lo deja allí sentao, esmanrío ya del palízón que había llevao y los clavos clavaos. Y lo tenía convertío en estatua de sal de medio cuerpo pa bajo, pa que no pudiera menease. Y de medio cuerpo p’arriba era de carne y ahí era donde le ponía la astera y le daba los garrotazos. Entonces el rey se acerca a él y le dice:
- M’a pasao esto con un pez. Ahora, ¿a ti qué te pasa?
- Pos mira, ese pez es un súbdito mío que estaba encargao de ir en busca de un rey que tenía que venir a desencantarme. Yo estoy aquí encantao por cosas de mi mujer.
Aquella era la mujer, que a pesar de ser la mujer del rey tenía relaciones con un negro. Y ella pues… quería al negro y no quería a su marío. Y el rey resulta que los pilló y con el alfanje le cortó el pescuezo al negro y lo dejó con una chispa de na pero como ella era una adivina d’esas, que sabía mucho de brujería y eso, pos con su brujería y sus cosas le puso así bien la cabeza y el negro pos no se murió. Vivía, pero no movía más que los ojos de un lao a otro y sin hablar. Así que ella llegaba y le decía:
- Negrito, amor mío, ¿cómo estás? ¿Cómo te encuentras?
Y él lo único que hacía era mover los ojos. Y ella venga decile cosas:
- ¡Ay! Lo estoy matando a poquito a poco. A ese... es un criminal, ¡lo que hizo contigo! ¡lo que hizo con nosotros!... Con lo bien que nos llevábamos... Tú no te preocupes que te estoy vengando bien vengao.
Ya se fue ella a sus cosas. Pero el rey, como ya el marío le explicó eso, dice:
- Pos aguanta mañana la última paliza y no te preocupes que yo te sacaré d’esto. Tú le dices que te convierta otra vez en natural, que te quite de ser de sal. Y le dices que se irán ellos. Ya vendrá ella aliñá.
El se encargaría de que ella lo hiciera. Conque va el rey, le dijo el otro rey donde estaba el negro... en fin, to la trayectoria, llega donde estaba el negro, saca el alfanje y termina de cortale el pescuezo al negro. Lo metió en un saco y se lo llevó por ahí. Y él se puso la ropa del negro y se pintó de negro.
A otro día llega lo de siempre, lo de tó los días, lo cotidiano, la mujer va a visitalo y le dice:
- Ya voy otra vez; cuando venga ya te explicaré otra vez la que ha llevao.
Y entonces va el negro, que era el rey, y dice:
- No, no le pegues más. Ahora lo que vas a hacer es que lo pones en su debida forma como antes y nosotros nos iremos por ahí. Yo ya estoy bien, pero tienes que ponelo a él bien pa poder yo meneame de aquí pa irnos juntos.
Pos ella se puso loca perdía de alegría, ¡pues ya verás tú!
- Voy, le doy la libertá y me voy yo con mi novio por ahí... Y cada uno nos apañamos como Dios nos dé a entender.
Conque llega, y en vez de dale la paliza, dice:
- Mira, sabes lo que he pensao... Que cada uno nos apañemos como podamos.
Fue y lo puso natural y entonces mientras él se curaba, ella llega corriendo a donde estaba él, creyendo que era el negro. Va a dale un abrazo hace ¡catapún! y le cortó el pescuezo en reondo y la echó con el negro, la metió en otro saco y a los dos los echó a un pozo. Y ya el rey de aquella isla se fue a vivir a su palacio, tuvieron fiesta, y le dio muchos presentes al otro rey por salvalo cuando se subió en su barca y se fue.

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