viernes, 10 de agosto de 2007

EL HAMBRE DE UN MILLONARIO

Una vez había en un pueblo un hombre mu riquísimo, mu riquísimo, era millonario, tenía muchos millones. Y era... pos tantos millones como tenía era de enreguñío. Era más enreguñío que millones tenía. Pero tenía una ayuda de cámara, su portero, su cocinera, su administrador... tenía también el que le llevaba el carbón, la planchadora que le planchara la ropa, la lavadora que le lavara la ropa... en fin todos los detalles los tenía al dedillo y tos lo servían mu bien ¿no? porque como tenía tantos cuartos...
Pero un día, lo que pasa con las cosas, a la corta que a la larga pos a to le va dando la naturaleza lo suyo. Y se juntan tos los sirvientes:
- ¡Ay que ver! Este hombre con el capital que tiene, la de millones que tiene y lo bien que vive...
Porque dentro d’eso vivía en la miseria ¿no? pero lo mismo que era de millonario pos era de miserable y no les daba casi na de sueldo, era una cosa mu matá. Y se juntan tos los que lo servían:
- Vamos a dale una lección y vamos a empezar desde mañana.
Pasan el día tan a gusto, terminan de cenar, se acuestan, lo propio, como tos los días. Y por la mañana ni va la costurera, ni la barrendera de barrer la casa, ni el cocinero va a llevale el desayuno, ni el carbonero a llevar el carbón... en fin, allí no resulta nadie, estaba él solo en la casa.
- ¡Ya la hora que es, es pa que me hubieran traío el desayuno...! Bueno, se habrán dormío, lo dejaremos un poquito más a ver.
Conque sigue pasando el rato pero ya no resulta ni el lechero. Y tenía hambre.
- Me llegaré yo a ver si hay por aquí algo. ¡Ay que ver, no vienen, no me traen el desayuno!
Mira en la alacena y estaba más limpia que los puños de un viajante, allí no había na, si llega un ratón se salta los sesos.
- Bueno pos miraré en el frutero, alguna frutilla habrá...
Mira en el frutero y no había na tampoco.
- Pos me haré yo aunque sea... algo me haré...
No había harina tampoco. En fin, la casa estaba más limpica que los puños de un viajante. Allí no había na que comer ni na.
- ¿Esto qué es?
Conque va y se pone en la puerta y al mismo salir a la puerta ve a la lavandera que viene por la calle abajo con la canasta de ropa en lo alto la cabeza tracatrás tracatrás tracatrás...
- ¡Vaya, gracias a Dios! Ahí viene Petronila y esta me va a arreglar... ¡Petronila! ¡Petronila!... Ven acá.
Y Petronila hala que hala.
- ¡Petronila, pero mujer!
Nada y Petronila que no llegó. Y ya llegaba el mediodía y que ya la jambre...
- Bueno, qué vamos hacer. No ha venío, no ha querío parase. Voy a ir a la tienda a comprar.
Pilla dinero, llega a la tienda, está el tendero viendo así una revista detrás del mostrador sentao en una silla.
- Tom tom...
Toca él y allí el tendero... nada que no hay tendero.
- Pero despácheme usté.
Y el tendero pasa la hoja... otra vuelta.
- Pero hombre... Écheme usté un kilo de arroz... Echeme usté patatas...
Y el tío na más que allí con la revista y como si no hubiera nadie. Total, que se aburrió y se fue. Aquel día ya era mediodía y no había na que hacer.
- ¡Válgame Dios! Si resultara alguno... Vi a la lavandera, a Petronila, y nada... Y el tendero no ha querío... Y anda que la noche se echa encima y con el frío que hace... no tengo carbón pa encender la lumbre. Bueno, iré a por carbón.
Llega a la carbonería y conforme va llegando a la carbonería el carbonero que estaba en la puerta hace ¡clac! cierra, echa la llave y se va.
- ¡Eh... oiga!... ¡Amigo!...
Pero nada, el tío como que no lo vio. Y ya llega la noche y en las doce horas del día ¡pos ya había hambre! y el tío que no tenía qué comer. Conque va el pobretico, se mete en su casa, se arropa en una manta y en vez de metese en la cama se acurruca en un rincón y así pasó la noche.
Y a otro día por la mañana pos la misma operación. El lechero no iba a llevar la leche, el cocinero no se presenta tampoco, ni ninguno... ni el de cuerpo casa, ni... en fin, lo mismo que el día anterior por la mañana. Y entonces pilla el camino y sale... se tapa un ojo, se viste de pobre, se tapa un ojo como si estuviera tuerto y llega a una tienda a comprar. Y el tendero lo columbró, por algo columbró que era él. Y pidió que le diera una pastilla de chocolate, algo pa comer en frío... bacalao... las cosas que había en aquel tiempo. Y el tendero pos nada, pos allí haciéndose el longuis.
- ¡Pero hombre...! Óigame usté. Déme usté una pastilla de chocolate, déme usté café, déme usté...
Nada. Y el tío nada. Hasta que ya pilló el camino y se fue y dice:
- ¡Bueno, qué vamos a hacer...! Iré aca’l panadero a ver si me vende aunque sea un bollo.
Y llega aca’l panadero y el panadero lo mismo, nada. No le respondía ni una palabra. Como si hubiera sío una estatua. Ya tuvo que pillar el camino y ise y ya iba llorando y rabiandico de hambre. Y conforme sale dice:
- ¡Ande voy, ande no voy! Voy a ir al extrarradio del pueblo. Allí algo me venderán.
Conque sale y ya en mitá del camino iba desfallecío y va y se sienta en un bordillo que había allí y se pone a llorar, venga llorar. Y conforme estaba llorando viene un pobre que venía al pueblo a pedir. Y como se había disfrazao... Viene el pobre p’abajo, que se llamaba el Tío Miserias. Conque llega el Tío Miserias a él, le echa el brazo por el cuello y le dice:
- ¿Qué haces hermano, por qué lloras?
Y él, aguecando la voz, le dijo que lloraba porque tenía hambre.
- ¡Ah, no te preocupes! He recogío yo... llevo yo aquí en el zurrón un buen coscurro de pan y una buena cebolla.
Conque entonces van y se ponen los dos allí... saca el Tío Miserias su coscurro de pan moreno, saca su buena cebolla, le da un cacho de pan ¡y ya verás! con el hambre que tenía el tío, pos fíjate ¡estaba más bueno el pan y la cebolla que el arroz con leche!... venga comer pan y cebolla. Y cuando ya se jinchó de comer, que él relativamente fue el que se comió to el pan, pues ya estaba bien expansionao, ya le dijo lo que era.
- Y pásate por mi casa que ahora te daré yo a ti.
Y entonces se va con él a la casa y ya el Tío Miserias le dio y salió y compró y to eso... Y ya se organizó otra vez el hombre y ya pos bueno, cuando ya se había coordinao bien coordinao con el personaje y ya era bien rico y ya era viejo, empleándolo bien ¿no?
Total que se acuestan una noche y a medianoche o por ahí van y le tocan una serenata:
No me seas orgulloso
por más que tengas millones,
que los hombres millonarios
no son nada sin los pobres.
Y ya él se quedó con la copla aquella y fue más bueno todavía. Ya tenía quién lo sirviera y tos en el pueblo vivieron mu contentos y mu a gusto porque como tenía muchos millones y no los tenía pa otra cosa porque estaba solo... pos ya vivieron felices, comieron perdices y yasta.

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