viernes, 10 de agosto de 2007

CHOCLA, ÁBRETE

Una vez había dos hermanos; uno pos era mas espabilaillo que otro... en la vida habemos de muchas clases ¿no? como es natural. Y vivía bien, tenía un negocillo él y se apañaba con sus territorios y sus cosas y vivía con su familia. Y el otro pobre vivía con dos carguicas de leña que traía tos los días pa el horno la panadería del pueblo. Se veían de cuando en cuando y...
- ¿Qué, hermano, cómo va?
- Pos mira, yo voy bien con mis carguicas de leña pa la panadería... ¿y tú?
- Pos yo sigo con mis trapicheillos y mis cosas y así vamos tirando.
- Bueno, pos hasta otra.
- Hasta otra.
Lo propio. Bueno pues, un día vino una fiesta grande en el pueblo y le dice el panaero:
- Oye fulano, pos en vez de dos carguicas de leña me vas a tener que llevar cuatro o cinco... Vamos a hacer un extraordinario de horno.
Y había un sitio mu lejos, digamos como en La Mosca o más lejos, y está haciendo la leña y de pronto siente un jaleo de miedo.
- ¿Qué jaleo es este?
Sentía una pila de bestias, de hombres, mucho cascar... Conque va y le pega un zuñío a los burros y los puso en un recoveco que había pa que no los vieran los bandíos y se subió a un árbol mu alto que había así en el corte del terreno.
Conforme está él subío en el árbol y los burros escondíos en el recoveco del terreno pues ve una cuadrilla de bandíos, lo menos quince o veinte bandíos con su capitán a la cabeza, lo propio, y que llegan al corte del terreno y dice el capitán:
- ¡Chocla, ábrete!
Y al decir “chocla, ábrete" se abrió un bujero ahí que daba miedo... una cueva más hermosa, parecía un palacio... La tenía arreglá por dentro y parecía un palacio. Se meten, se cierra y él quietecico allí sin movese. Allí se pasó la noche clavaico allí en lo alto hasta otro día por la mañana que ya ve que abren otra vez y se pone el capitán en la puerta y dice:
- ¡Chocla, ciérrate!
Cuando ya habían salío tos se montan en su jaco y salen anda que te anda, anda que te anda a hacer una descubierta por ahí ¿no? Entonces él sale, se baja, se pone en la puerta y dice:
- ¡Escucha! Pos si el capitán ha dicho esto y ha pasao esto pos yo diciéndolo lo mismo que la dicho el capitán pos a lo mejor tengo suerte.
Se pone en la puerta:
- ¡Chocla, ábrete!
¡Pum! se abre y tenían los bandíos allí una pila de oro de los robos que habían hecho... diligencias que habían asaltao y de robos en bancos y to eso... tenían muchísimo oro.
- ¡Pos esta es la mía!
Conque va y pilla los dos burros, los carga con dos sacos de oro a ca uno y llega a la casa. Y le dice a la mujer:
- ¡Niña, niña!... Llégate aca mi hermano, que como pa sus trapicheillos tiene cuartilla, llégate y le dices que te dé la cuartilla que vamos a medir unas cosas que he traío aquí. Pero anda ligera mujer, ven pronto, no te entretengas... no vayas a liate allí con la mujer de mi hermano. Tú vente pronto...
- ¿Tanto interés tendrá lo que trae mi marío?
Conque llega, eso es, pos con esa aleluya de su marío, pos llega con esa misma aleluya con la cuñá hablando:
- ¡Anda mujer!, pero ligera...
- Espérate una chispa, fulana.
- No, no... venga ligera que me está esperando mi marío.
Nada, allí que pilló el camino y sale juye que te pillo con la cuartilla. Llega y pone la cuartilla allí en el suelo y midieron cuatro o cinco cuartillas de oro ¡ya ves si tendrían oro!
- Ves y llevasela en un instante... pero te vienes corriendo pa guardalo.
Conque fue... y claro la cuñá, como fue con to esas aleluyas pos agarró un pegote de manteca, lo pegó al culo de la cuartilla y una monea se queó pegá en el culo ¿no comprendes?
- Mira fulana, toma la cuartilla que me voy, que es que ha traío mi marío un poco grano del monte y vamos a guardalo.
Se fija ella en la cuartilla, ve la monea de oro y se la guardó y no dijo na. Cuando viene el marío dice:
- Mira, fíjate lo que hay aquí. Esa monea de oro ha venío en la cuartilla, que ha venío tu cuñá sa llevao la cuartilla y mira lo que han medío... han medío oro.
- Pos yo voy ahora aca mi hermano y ese me dice donde está el oro y sino ya veremos...
Pos claro él no tuvo inconveniente... él ya se había preparao, y no tuvo inconveniente en decile al hermano como había sío lo del oro.
- Pues entonces yo voy a ir y me voy a llevar en vez de dos burros yo voy a llevar cuatro y me los voy a traer cargaos de oro.
- Pos na... pos mira que no se te olvíe ¿eh?... “Chocla, ábrete” y “Chocla, ciérrate”.
Pues él pilla sus burros y conforme iba en sus cosas pensaba: “¡Chocla, ábretela! ¡Chocla, ciérrate! “Sí" y anda que te anda. Total, llega y ya como sabía donde iba y cómo iba y to y sabía a la hora que tenía que ir ya por el hermano, llega y dice:
- ¡Chocla, ábrete!
Se abre aquella chocla ¡y si dinero tenía cuando el hermano pos más asaltos habían dao! y como tenían tanto pos casi no se habían dao cuenta de lo que se había llevao el hermano, pero siempre notaban algo.
- ¿Y esto no parece que está como estaba?
Pero en fin, se callaban pero siempre le echaban un piropillo. Pues se mete dentro y con la avaricia, en vez de dale pa echar dos sacos pa cada burro, llena pa tres sacos pa cada uno. Llevaba cuatro burros y llena doce sacos. Entonces va y ya que ha llenao, carga los burros y ya no se acordaba de lo que tenía que decir:
- ¡Choclica... ábrete!
- ¡Chocliclica ábrete!
Le echaba muchos piropos diciéndole chuclica, chuclicica y to esas cosas pero no decía él chocla, ábrete ni la chocla, ciérrate. Tenía que decir la palabra pero él ya salió emborrecío ¿no? y la avaricia ya no lo dejaba ni razonar siquiera.
- iChoclecica de mi vida ábrete! ¡Choclecica de mi alma que me matan! ¡Choclecica que yo quiero llegar a mi casa!
Pero no le decía lo otro. A esto que tanto tanto choclecica y tanto que me matan y que yo quiero ime y to esas cosas... pos que llegan los bandíos. Y va el capitán se pone:
- ¡Chocla, ábrete!
Se abre, ve los sacos cargaos de oro allí y dice:
- ¡Ah! ¿Conque eres tú, eh? No has tenío bastante con lo que tas llevao que es que has venío a por más...
- Yo no, yo no he sío... ha sío mi hermano...
- ¿Qué hermano ni qué niño muerto?... Ahora vas a decir... Tú has venío porque tas llevao antes... casi, eso es, no lo hemos notao mucho pero nos tenías con nuestra reata...
Ya sí, ya contaron bien y vieron...
- Pos sí, sí tas llevao... tas llevao tres o cuatro sacos... Ya está bien ¿no?
Fueron, le quitaron los burros como es natural, lo mataron, lo abrieron y lo pusieron tendío así en la puerta pa ca vez que entraran y salieran pisalo. De modo que ellos llegaban:
- ¡Chocla, ábrete!
Y pasaban tos por encima d’él y así pos se iba haciendo polvo poquito a poco a fuerza de pisotear la carne. Pasa el tiempo y el hermano fue y puso una posá y metió una muchacha pa que aviara la comía y tuviera cuidado en la cocina y eso y... se metió a la muchacha pa’l trajín de que le ayudara a la mujer pa’l asunto de la posá. Como ya el capitán había descubierto el asalto del dinero y ya el hermano lo tenía matao y to le dice a uno:
- Y ahora este dinero... tú te vas al pueblo y vas a ver quién se ha hecho rico de entonces... de tal fecha ahora y a ver el que se ha hecho rico... Ese es el que nos ha robao a nosotros.
Conque llega el bandío al pueblo buscando trabajo de segaor, de pastor... Y dice a la criada en la posá:
- Y este pueblo... ¡Ay que ver! Un pueblo tan hermoso, un pueblo que está mu bonito... tiene buenos edificios, sí.
- Sí pero el más bonico que tiene es este que han hecho ahí ahora... el de la posá que l’han hecho nuevo a tal fecha. Y por cierto, que tiene mucho trabajo, viene mucho personal por aquí.
Y piensa el bandío: "Este es".
- Bueno, yo voy a dormir aquí esta noche pero me tengo que ir temprano.
Y la criada, que era más fina que las hostias, el tío aquél no le gustó, no le gustó la manera que tenía el tío de estar allí mirando y mirando, preguntando...
- Este tío viene en busca de algo.
Conque estuvo al loro a ver si de noche se levantaba alguien. Y ya de madrugá siente ella que se levanta el tío y sale y va ella y ve que hace con pintura en la puerta de la casa un reondel colorao y se fue. Sale anda que te anda en busca de la cuadrilla y ella, como to las casas eran lo mismo a lao y lao, entonces fue ella, con pintura hizo el mismo reondel en to las puertas. Conque llega el bandío al capitán:
- Mi capitán pos ya está hecho esto, la señal, el reondel, ya está hecho.
- Bueno, esta noche vamos a ir.
Conque prepara to la cuadrilla y llegan al pueblo en el silencio la noche en busca el reondel.
- Aquí están... ¿Eh? Pos si hay aquí otro... ¿eh? Pos si esta tiene otro y esta tiene otro...
- ¿Pero hombre cuala es?
- Yo qué sé. ¿Qué obra es esta? ¿Quién ha hecho esto? Si yo le hice a la puerta... pero ya no sé cuala es.
- Bueno pos vámonos... y haremos otra cosa.
Pillan el camino se van los bandíos y ya pasa mucho tiempo y ellos siguieron haciendo su vida normal ya en su negocio y le dice él a la cuñá:
- Mira, voy a ir a por tu marío... Veremos a ver si lo encuentro... aunque sea los restos, en fin, algo.
Pilla él el camino con dos o tres sirvientes buenos ¿no? y llega al contiguo donde estaba la chocla cuando no estaban los bandíos.
- ¡Chocla, ábrete!
Se abre la chocla y ve a su hermano que estaba ya to pasaico. Recogieron lo que pudieron y lo echaron en una manta, lo trajeron en lo alto de una bestia y ya se vino pa su casa y lo enterraron. Y dice el capitán:
- ¡Ay que ver! Nos robaron y ahora han venío y san llevao la piel... El que sea lo sabe bien sabío y no ha sío na más que el mismo, el de la posá.
Conque va y le dice a los bandíos:
- Mirad, vamos a hacer una cosa. Yo os voy a meter a cada uno en un pellejo de aceite, bien cerrao y preparao pa no afixiase.
Pos ellos iban empaquetaos con un puñal pa cuando diera la señal romper el pellejo y liase y quitar a tos del medio a medianoche. Pues, efectivamente, llegan por la tarde a la posá.
- ¿Qué hay?
- Pos na, mire usté... que voy con estas cargas de aceite y vamos a pasar aquí la noche.
- Pos mu bien. Póngalo usté ahí.
Total, que comen y pasan la velá.
- Pos bueno, vamos a descansar un rato que tenemos que tomar la mañana.
Se acuestan tos y la muchacha se quea terminando las cosas de la cocina, y en aquél tiempo como lo que había era aceite, se va apagando el candil, los candiles que había en la posá y dice:
- ¡Cucha, si no hay aceite! No hay problema. De un pellejo saco un poco y este no lo va a notar el hombre ni na por la mañana. ¿Cómo va a notar lo que saque pa esto? Pos na...
Conque va agarra el pellejo, toca el pellejo y dice el bandío que había dentro:
- ¿Es que es ya hora?
Y ella en vez de asustase dice:
- No, todavía no.
Entonces chito. Y llega a otro pellejo.
- ¿Es que es ya hora?
- No.
Chito. Y llega a otro.
- ¿Es que es ya hora?
- No todavía no.
Y así llegó al que tenía el aceite. Y entonces ya en vez de sacar poco aceite pos sacó aceite en abundancia, llenó la candileja bien llena, puso una caldera en la lumbre, echó el pellejo de aceite y venga leña, venga leña, hasta que hirvió, como pa matar a los marranos.
Cuando estaba el aceite hirviendo agarra un cazo de esos de rabo largo lo llena y se lo echa a un pellejo por la cabeza. Llega a otro y se lo vuelve a echar, a otro también lo asó y a otro... y cuando los asó a tos entonces se quedó ella más tranquilica que unas pascuas, fue y se acostó. Y se levanta el capitán, ya pa venir el alba.
- Esta ya es la hora propicia pa que salgan y matar a esta gente...
Conque va y toca en un pellejo.
- Tom tom... Fulano.
Nada. Ya y le quita el capuzón y allí estaba el pobre asao del aceite. Ya al otro y lo mismo, va al otro y lo mismo... Y entonces le entró un cangalitis y salió juyendo y se fue pa la cueva, pa’l refugio. Y por la mañana el posaero la llama a ella.
- María, cucha, ¿pos no ves lo que ha pasao?
- Si ya sabía yo que algo d’eso tenía que pasar porque es que, pa que usté lo sepa, ese que ha venío era el capitán de los bandíos y los bandíos son los pellejos de aceite. Y si no mírelo usté.
Conque él estuvo mirándolos. Y ya María ya no era una ayudanta sino que era de la casa y la querían... ¡vaya!... Y pasa el tiempo y lo natural, el negocio en auge, se portaban mu bien... tenían cuidao con las cosas. Vivían como las propias rosas. Y ya la cuñá con su familia a gusto porque él cuando se trajo al hermano pos también se trajo mucho dinero y le dio a su cuñá y ya vivían tos mu agustico.
Y entonces ya el capitán, ya ni se acordaban d’él, pasa el tiempo y llegan unas fiestas del pueblo y viene un señor mu bien presentao. Y claro como en las fiestas acue tanto personal forastero, pues él llegó a la posá pero ahí no se fijaron nadie en el tío, si sería Juan o sería Pedro, ¡un forastero que ha venío a la fiesta! Pero ella sí, ella lo columbró... Cuando lo vio le dice al ama:
- Mira, ese es el capitán de los bandíos. De modo que vamos a hacer una fiesta aquí en la posá y yo lo voy a matar.
Organizan una fiesta mu buena en la posá y... olé, baile, muchas juergas, mucho baile y ella pues la directora de orquesta y venga y hala a bailar y zapateao y dale y venga...
- Pero tiene que ser que él cante.
Al capitán, y él venga cantar y ella venga bailar y venga y hala y viva la juerga y viva la fiesta y entonces en uno de los garganteos que hizo él, “Aaaaaaahh"... agarra ella el puñal ¡catapom! y se lo clavó en la garganta y lo mató. Y le dice ya a las autoridades:
- Ese es el capitán de los ladrones.
Conque ya lo registraron, vieron que era el capitán de los ladrones y ya pos el posaero le dijo al juez y to las autoridades competentes, como es natural, les dijo lo que había; llegaron a la chocla y él dijo:
- ¡Chocla, ábrete!
Se abre la chocla, vieron lo que habían robao, de lo que habían asaltao, de la diligencia, de oros y de to, de joyas, en fin, bueno y malo, había de to porque era mu grande, una cosa imponente. Y entonces ya se fueron, recogieron to lo que podían reclamar los amos y lo que no, cosas que no se podían reclamar pos ya lo vendieron, hicieron mucho dinero y lo dedicaron a obras benéficas, a embellecer el pueblo... Y ya vivieron felices y el resto pos ya lo sabes.

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