viernes, 10 de agosto de 2007

LOS CINCO GÜEVOS FRITOS

Una vez había un matrimonio que se llevaban mu bien mu bien mu bien... pero ella era mu consentía ¿sabes?
- Oye fulana, esto.
- Mira fulano pos que si esto, que si p’acá, que si p’allá.
- Pos lo que tu quieras, fulana.
Pos siempre ella hacia su hincapié pa las cosas y él pos le daba igual. Pero un día se pone y dice:
- ¡Pos fulano, ay que ver, que no me acordao de ir a la plaza, se m’a hecho tarde pa ir a la plaza, y no tenemos pa comer na más que cinco güevos, de modo que los voy a freír en un instante y tú te comes dos y yo me como tres!
- No mujer, mira, tú los fríes y yo me como tres y tú te comes dos.
- Bueno, yo los freiré.
Conque fríe los güevos, los echa tres en un plato y dos en otro. El de los tres se lo pone ella y el de los dos se lo pone a él.
- ¡No fulana toma, pa ti los dos y pa mí los tres!
- ¡No fulano, pa mí los tres, pa ti los dos!
- Pero mujer... sino... ¡con to lo que tú quieras, mira tú te queas aquí en la casa y puedes comete algo, si pillas algo por ahí o lo que sea, pero yo que me voy a la vega y Dios sabe cuando voy a venir!
- ¡Yo lo que tú quieras fulano, pero tú te comes dos y yo me como tres!
- ¡No seas así fulana, que tú te comes dos y los tres me los como yo!
Pos na, tira que afloja allí.
- ¡Mira, que yo no me voy a la vega comiéndome dos güevos, me tengo que comer los tres!
- ¡Si te comes los tres me muero!
Pos na, que le dio un patatús y que se murió. Y allí los cinco güevos fritos en la cocina. Y ella ya en la cama muerta.
- ¡Oye, fulana, levántate y cómete dos güevos y yo los tres!
- No, si quieres que me levante tú te comes dos y los tres yo.
- Pero fulana...
- ¡Pos mira que me queo muerta!
- ¡Pos que te lleven!
- ¡Que me lleven, pero tú te comes dos y yo los tres!
- ¡Pero mujer, si no puede ser!
Total que la meten en la caja, que sa muerto. Las vecinas allí... pos na, llegaban y estaba tiesa. Lo propio, acúe la gente al velatorio y durante to la noche se levantaba él, se ponía d’orilla en lo alto del ataúd.
- ¡Fulana, levántate y tú te comes dos y yo tres!
- No, fulano. Si quieres que yo me salga de la caja tú te comes dos y yo tres.
- ¡Pos no!
- Pos entonces que me entierren.
- ¡Pos que te entierren!
Pos na, pasa la noche y por la mañana llega su hora pa salir p’al cementerio p’al entierro. Conque salen andando y ya iba él detrás de la caja.
- ¡Fulana, anda no seas así mujer, tú te comes dos y yo tres!
- No, yo me como tres y tú dos.
- ¡Mira que te entierran!
- ¡Pos que me entierren!
Pos hala p’alante y que llegan al cementerio y que está el hoyo abierto y que van a echala y se acerca él y le dice:
- ¡Fulana mira que ya estás en el hoyo, que te vamos a echar a lo hondo y te vamos a enterrar, levántate, te comes dos y yo tres!
- No, que me entierren porque yo me como tres y tu dos.
- ¡Pues te entierran!
Conque van, agarran la soga, la echan abajo y cuando ya se había ío to la gente y no quedaba na más que él con los cuatro que habían llevao la caja, quedaban los cinco. Conque ya viendo él que tenían que echale la tierra, porque entonces no había sepulturero eran los familiares los que enterraban, pos salta él y se pone en el hoyo y dice:
- ¡Fulana levántate y cómete a los cinco!
Y le dio ella una patá a la caja que salió por to lo alto, dio un salto, se amarró las naguas, salió juyendo y claro, los familiares salieron espantaos juyendo como levitas pos se creían que había salío pa coméselos a ellos. ¡Y ella corriendo detrás de los familiares y el marío detrás d’ella hasta que llegó a la cocina a comese los cinco güevos... y resulta que mientras to la juerga se los había comío el gato!

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