viernes, 10 de agosto de 2007

LAS TRES SONRISAS

Un día, un zapatero que vivía por La Cañaílla, tuvo que ir a Berja a por badana para poder continuar su trabajo y se puso de acuerdo con un compadre que tenía y que vivía en Las Esparillas, para hacer juntos el viaje a pie, por tal de protegerse el uno al otro de los ladrones, y el hombre estaba y no tenía hijos, el matrimonio no tenía hijos. Vivían de lo que el pobretico ganaba arreglando los zapatos, no había más jalleres que ese, no tenía más entradas que era ese dinero. Un día le encomiendan unos trabajillos y mira y no le queaba ni badana ni cuero.
Y como entonces no había los medios de comunicación, tenía que pillar el camino andando y ir al curtidor del pueblo inmediato y traese pos lo que le hiciera falta. Conque pilla el camino, sale andando anda que te anda, anda que te anda y llega, compra sus suelas, su cuero, su badana... en fin, to lo que le hacía falta y se viene p’acá con su amigo. Y al llegar a la ermita de San Miguel, por el camino que une Las Esparillas con Dalías, se encuentra un niño recién nacío y dice:
- ¡Uy! se oye algo. ¿Será un recién nacío, ó unos ladrones quieran apartarme de mi camino pa robarme? ¿Me vuelvo o no?
En fin que se volvió… y era un niño. ¡Y tenía un pelo más anillao... una sonrisa! ¡Vaya, un ángel!
- ¡Gaaaa... gaaa... gaaaaa...!
- No llores bonico, no llores, que eres mu lindo... tú no llores... ¡ya verás!... Te vamos a hacer muchas cosas.
- ¡Gaaaa... gaaaa...!
Y lo cogió y anda que te anda ya iba el hombre cansaíco, con los cueros y badanas acuestas y el engorrono del niño también ¡pues ya verás como iba el pobre! Llega a la casa y le dice la mujer:
- ¿Qué traes ahí, buen mozo, qué traes?
- Quita mujer, que m’encontrao este niño. Mira... que estaba tirao en una cuneta de la carretera.
- ¡Claro! No tenemos casi casi pa comer nosotros... ¿Es que eres un potentao?... ¿Ahora qué le vamos a hacer al niño?
Y el niño pos:
- ¡Gaaaaa... gaaaaa...!
Y cuanto más decía la mujer más chillaba el chiquillo. Y él, el pobre:
- Mujer, ¿no ves qué lindo? ¿No ves qué niño más hermoso? ¿No ves qué ojos tiene, no ves qué pelo...?... ¡Pero si parece de oro!
En fin, él le decía tos los dichos imaginables que se pueden decir a una criatura. Y el niño pues na más que:
- Gaaaa... gaaaaaa...
- Sí, claro y ahora que si hace falta ropa, que si pañales, que si esto...
Y contra más decía ella, pos el chiquillo:
- Gaaaa... gaaaaa...
- Bueno mujer, ¡válgame Dios! no te pongas así. Trae, me lo llevaré ande estaba, ande me lo encontrao.
- No, eso ya no. Ya que las traío...
Y entonces el niño dejó de llorar y se sonriyó. Ya va una. Y a él le entró una cosa en el cuerpo de esa sonrisa del niño y a ella lo mismo, to lo que le había dicho al marío de enritá por llevale al niño pos a la sonrisa del niño cambió to como la noche a la mañana.
La mujer pos ya pendiente del niño y el niño ni se ponía malo y el niño se veía hacer y el niño era un encanto y mu pronto empezó a agarrar los zapatos y dale puntás.
- ¡En el mundo! Si esto es un don de Dios aquí pa nosotros...
Le aumentó los trabajos y cuando ya fue creciendo, pos si zapatos cosía y hacía el padre pos mejor lo hacía él.
Y pasa el tiempo y ya se pone mozalbete. Ya la casa... la vieja estaba ya... estaba hasta la vieja rejuvenecía y el viejo, tos estaban en la casa que daba encanto... ¡Si el trabajo era de miedo, estaba to en la mano de Dios...! Conque va y llega un señor y le dice:
- Tome usté las medía pa unas botas.
Entonces fue y le tomó la medía de las botas el maestro, en vez de decíselo a él pos agarró el aparato ese que tienen pa tomar la medía y entonces tomándole la medía al hombre, el joven se sonrió otra vez. Total que le toma la medía.
- ¡Bueno, quédense con Dios!
- ¡Vaya usté con Dios! Pos estarán pa tal día.
Pero llega el día que tenían que estar las botas y ni las había cortao siquiera el zagal. Pos ya el maestro se puso mu serio.
- Hoy van a venir a por las botas y ni san cortao siquiera. ¿Y cómo se las vamos a hacer pa cuando venga el tío a por ellas...?. No puede ser.
Y entonces empezó a decile que por qué no las había hecho. Y le dice:
- Yo no soy lo que parezco. Yo soy el arcángel Arrael que estaba al lao del Señor... Hace ya tiempo que llevo en la Tierra, que me encontrastes en tal sitio, y llevo to este tiempo porque se murió una madre que tenía un niño y le dije al Señor que era una lástima que se muriera la madre, que qué iba a ser del niño, que se iba a quedar desamparao.
Y entonces le dijo el Señor a Arrael:
- Pos la madre no se va a morir pero tú vas a ir a la Tierra y vas a ver lo que es y vendrás al cielo cuando me veas tres veces.
Pos claro, la primera vez fue cuando lo cogió el zapatero, después de mandalo a la Tierra ya como niño tenía amparo con el zapatero. Luego ya siguió el trabajo, hasta que se hizo grande y lo volvió a ver cuando las botas, que ya era la de dos veces que llevaba.
- Y me quea que velo otra vez, que será...
To esto fue cuando fue a regañale.
- Y el de las botas no puede venir porque lo vi y me dijo que las botas no las hiciera porque se iba a morir el que había venío a encargalas... Si las hacemos las botas pos ahí se quea el materia... ¡Dios sabe si se hubieran vendío o no! Y ahora me iré porque ya me queda una vez que velo y esta vez será cuando entierren al señor de las botas.
Entonces fueron y le avisaron al maestro zapatero que no hiciera las botas y si las había hecho que no las querían. Entonces el alma se fue al cielo y volvió a ver al Señor el ángel Arrael y detrás se fue al cielo.
Y ya se quearon el zapatero y la zapatera los pobres llorando... acordándose de lo que habían tenío mientras vivió el muchacho y deseandico de morise pa ir al cielo con ellos. De modo que el Señor nos lleve allí, ¿no es verdá?

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