viernes, 10 de agosto de 2007

NO HAY ENEMIGO PEQUEÑO

Una mañana, de las mañanas hermosas y bonitas del mes de mayo, se levanta la liebre mu tempranico y dice:
- ¡Vaya un día hermoso que nos ha echao Dios a la madre la naturaleza! Hoy me lo voy a pasar bombi... Me voy a gastar hasta dos pesetas.
Sale, se pone en la puerta...
- Nada, que me las gasto.
Se mete dentro, se lava, se compone, se pone los aretes y se arregla bien arreglá. Pilla el portamoneas, mete sus dos pesetas y dice:
- Voy a divertime y a disfrutamelas que pa eso Dios hoy nos ha echao uno de los días estupendísimos que puede haber en el mes de mayo. Y no creo que nadie se interponga en mi camino.
Pos sale con su bolso y sus dos pesetas paseando, dándose un baldeo allí por to los terrenos conocíos y por conocer. Y conforme va ella engreía en to lo suyo, ve un erizo.
- Mi’que el encuentro que he tenido al salir de casa... el erizo... con las patas retorcías, chiquitillo... un mequetrefe ahí de na. ¡Válgame el encuentro que m’ha enviao a mí también la naturaleza esta mañana que he salío yo con mis dos pesetas dispuesta a divertime...! Y si fuera un vecino que tuviera presencia pos lo invitaría a salir de paseo, nos tomaríamos un vermú... en fin, nos echaríamos un buen rato por ahí y nos divertiríamos... Pero un renacuajo d’esta manera... un erizo... ¿quién lo convía?
Pero el erizo, que la ve venir, dice pa él: "Ahí viene la señora liebre, ¡no viene na de presumida! Con su portamonedas bien atildado, bien arreglado... ¡vaya! Y claro, qué papel represento yo al lao suyo... Pero como cuadra, le voy a dar una lección ahora.
Y van y se confrontan.
- Buenos días, señor erizo.
- Buenos días, señora liebre. ¿Dónde va usté tan temprano?
- Pues mire, voy dando un paseo porque me asomé a la puerta de la casa y hay que ver el día hermoso que nos ha dejado la primavera hoy... ¡esto es una bendición de Dios! Y voy a paseame y he sacao hasta dos pesetas.
- Pos nada, yo también voy a paseame.
- Pero hombre... ¿aónde va usté con esas patas que tiene? ¿Aónde va usté a hacese una presentación que sea de categoría como yo?
Y la liebre se pone bien empinguruchá, bien empaquetá ella... criaban ganas de decile ¡qué guapa eres! Conque el erizo:
- Bueno comadre, pos haríamos algo... un ejercicio.... si le parece a usté bien haríamos una carrera.
Y dice la liebre: "¿Y yo me voy a empringar en una carrera? Cuando yo con dos zancayás... ¡ande va este renacuajo... ande va este!"
- Pos nada... yo le acepto a usté la carrera.
- ¿Qué nos apostamos?
- Pos mire usté, señor Erizo, yo he salido de mi casa con dos pesetas pa divertime. De modo que si quiere usté nos apostamos dos pesetas y vamos a la carrera.
- Bueno pues... haremos primero un poquillo de ejercicio.
La liebre pilló una explaná mu hermosísima que había y se puso a hacer ejercicios; sale la liebre y antes de salir ya estaba otra vez allí. Y el pobre erizo salía y antes de salir pos ya había hincao el pico y había salío roando. Pero el erizo tenía a la mujer allí detrás de una piedra, que eso no lo había visto la liebre. Y va y se acerca a la mujer y le dice:
- ¡Niña, prepárate que mira, la liebre está haciendo gimnasia, está haciendo ejercicio pa gananos dos pesetas y nosotros tenemos que ganale las dos pesetas a la liebre!
- ¡Ay, ay, ay...! ¡Hemos salío de la casa los dos a dar un paseito por la buena mañana pero mira que encontranos con la liebre pa que tú...! ¡La puesto el Señor en el camino pa que me hagas sufrir, hombre! Tú, tú... con tus patas, ¡con las patas que tenemos nosotros!... y te vas a poner con la comadre liebre ¡pero ande vas!
- Mira, mira... tú no te aceleres. El recorrío va a ser de aquí aquí, una distancia mu grande en la llanura. Yo me pongo pa empezar la carrera al lao de la liebre y como tú y yo somos iguales pos tú te pones aquí y cuando veas que va a llegar la liebre sales y dices: "Ya estoy aquí” Y cuando la liebre vaya a venir pa’cá yo salgo y digo: "Pos ya estoy aquí".
Bueno pues la liebre estuvo venga hacer gimnasia, venga hacer deporte pa’llá, pa’cá, meneando las patas, corriendo, saltando... ¡vaya! y de presumía que iba que cualquiera le resollaba a la liebre. Y entonces se juntan en mitá del llano y ya la eriza estaba en aquella punta, se había ío poquito a poco... el erizo estuvo hablando con la liebre dándole tiempo a que la mujer llegara allí. Y él se quedó aquí.
- Bueno comadre, pos vamos a empezar la carrera.
- ¿Y qué hacemos?
- Pos nada, como estamos aquí en el centro vámonos al extremo que tú quieras y de allí pos salimos.
Conque la liebre se amolda al paso de... por que si da dos zancás pos estaba allí en un momento y el erizo el pobretico ¡pos ya verás! Conque a poquito a poco, poquita poco se ponen allí.
- ¿Qué señor Erizo, qué dice usté?
- Yo, pos lo que usté quiera.
- ¿Ande ponemos los cuartos?
- Aquí en lo alto d’este peñoncico vamos a poner las cuatro pesetas.
De modo que ponen las cuatro pesetas en lo alto del peñón y sale la liebre como una exhalación y a mitá el camino el erizo no había andao ni esto, pero se vuelve tranquilamente y se pone detrás de donde habían salío. Y cuando llega al otro lao mira la liebre pa’trás y no lo ve.
- ¡Ojú... ese no ha salío tavía...!
Y ya que va a llegar sale la mujer y dice:
- ¡Ya estoy aquí!
La liebre la pobretica pos se queó asustá. "¿Y cómo puede ser esto? Yo es que visto visiones... ¿cómo va a correr con esas patas retorcías, esa hechura de cuerpo...?. ¡Si es una pelota! Roar roaría pero correr ¿de aonde?"
- Bueno, vamos a hacer el recorrío a la inversa.
Conque se ponen las dos juntas y la liebre ya en vez de correr volaba, iba juye que te pillo, y va la eriza y cuando ya había quedao un cacho se vuelve mu tranquilicamente y se sienta allí escondiílla. Y ya que va a llegar la liebre sale él y dice:
- Ya estoy aquí, señora Liebre.
Pos la liebre la pobretica se queó patitiesa. Ya le había ganao dos veces y ya la liebre no se acordaba ni de las cuatro pesetas, ya era el amor propio."¿Será posible que con las patancas que tiene este que me gana a mí?... ¡Con las piernas que tengo yo!". Ella se miraba las patas y decía: "Esto es una maravilla corriendo".
- Bueno, comadre... señora Liebre si usté quiere echamos otra carrerilla.
- Que si quiero... ¡hasta que lo deje atrás! Si usté pa mí no sirve. ¡Yo soy la que corre más en to la selva!
Pillan el camino, salen otra vez ¡pum! pa’l otro lao. Y ya que la liebre iba a llegar cerca de donde estaba la eriza, ya él se había escondío atrás, sale la mujer y dice:
- ¡Ya estoy aquí!
Ya la liebre es que ni miraba ni veía, ya era na más que ciega.
- ¡Venga, vamos ahora mismo... venga sin detenernos!
Y sale juyendo a juye que te pillo y ya la liebre iba loca perdía, sin rumbo, na más que a juir a juir. Conque pilla el camino y ya que va a llegar donde estaba él, ya la mujer se había ío tranquilicamente allí atrás, sale él y dice:
- ¡Pos ya estoy aquí!
Ya la liebre se puso descontrolá perdía y ya no tenía fuerzas... sacaba mas lengua que tenía de su boca, se moría ya reventá.
- ¡Pos aunque reviente tengo que adelantale a usté!
- Si, lo que usté quiera señora, pero conmigo no puede.
Conque se ponen otra vez allí y ya sale la liebre juyendo, juye que te pillo, desesperá y otra vez igual, la mujer del erizo haciendo el papel y entonces ya que va a llegar la liebre sale y dice:
- ¡Ya estoy aquí!
Y ya no pudo salir la liebre más. Dijo:
- ¡A a a a a ... ay...!
Y cayó con las patas p’arriba. Y entonces viene el erizo p’acá y se juntan los dos. Se dieron un besico y un abrazo, vivieron un día que era de mayo tan agustico, tan hermoso y con un capital doblao de cuatro pesetillas. Echaron el día estupendo, se fueron por ahí, se convidaron, se montaron en los caballicos y to. Y cuando ya vinieron pues pasaron la noche tan agustico. Y la liebre se queó tendía panzarriba hasta que pasaron unos cuantos grajos y se la comieron.

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