viernes, 10 de agosto de 2007

LA BOTA DE FRANCISCO

Una vez había un... lo que pasaba en aquellos tiempos, como no había medios de comunicación pos to era na más que el anda que te anda. Pues iban a la mili, los licenciaban y con la licencia en la mano, el canuto en el bolsillo y patas pa llegar a tu casa, lo propio, lo que había. Bueno pues va un muchacho, uno de tantos, que estuvo en varios combates... total, que se licencia.
- ¡Estoy ya jarto de guerra! Me voy a ver cómo me las apaño en mi casa.
Tenían sus tierrecicas y to, pues el hombre ya:
- Bastante mundo he recorrío. Voy a vivir tranquilamente.
Y sale anda que te anda, anda que te anda y llega a un pueblo. Y en ese pueblo había un señor que tenía una labor mu regularica y mu hermosa y no tenía pos mucho trigo. Y llega un vecino y le dice que si le presta o le vende, más bien prestao, una cuartilla de trigo pa sembrar. Y le dijo que sí, pero que ni se la vendía ni se la prestaba, que se la daba, pero con la condición de que cuando se muriera le tenía que velar tres noches en su tumba.
Conque se lleva el trigo, hace el asementero, pasa el tiempo y ya que estaba la cosecha... se iba poniendo una cosecha estupenda, un año bueno, pos se muere el rico. Y al pobre le tocó ir a cumplir la manda ¿no? de lo que había prometío.
Pues llega al cementerio, pasó la noche en la tumba y na... a otro día por la mañana a su trabajo. Pasa otra noche y nada. Y ya la de tres, conforme está a poco más de oscurecer sentao allí, siente ruío y es el soldao este, que venía andando el hombre y no sabía ni por donde iba ni na, na más que atrochacamino. Dio la esa de que pasó por allí por el cementerio, llegó así y vio al que había allí y le dijo:
- ¿Es usté el sepulturero?
- No, yo es que estoy aquí cumpliendo una promesa.
Y ya le contó to lo que le había pasao con el señor aquél.
- Bueno pos entonces no se apure... Yo como no llevo bulla... pasaremos los dos la noche a gusto aquí contándonos cosas el uno al otro.
Conque el otro, el hombre allí estuvo contando su peripecias ¿no? de que había tenío mal año la cosecha anterior... que, en fin, no había podío recoger pa hacer sementero y comer y que ya le había prestao la cuartilla de trigo, y que no había querío cobrasela, en fin, que llevaba ya dos noches y esa noche pos ya era la última.
- Y ya viene la medianoche y ya pos gracias a Dios me queo yo tranquilo... He cumplío con mi misión.
Y le dice Francisco:
- Eso tiene que tener algún misterio. Porque las dos noches nada y él tendría algo en su conciencia. De modo que esto tiene que tener algún misterio, y ese tiene que ser esta noche, ya esta madrugá.
Conque efectivamente, llega ya la madrugá y al llegar la madrugá y están dormijosos, que se queaban en la gloria, y sienten mucho ruío. Se espabilan y dice Francisco:
- Lo que sea ya está ahí.
Y a esto, el diablo se presenta.
- ¿Ande vas?
- Que vengo a por el alma de este hombre que es que era mu malo. Este es mío, este no hay quien me lo quite.
- ¡Sí hombre tú no tengas regomello, válgame Dios!... El alma es tuya, pos pa ti... pero mira, antes tienes que llename esta bota de oro.
Se quita la bota, va a dale al diablo la bota, la mira y piensa: "Si con esto voy yo y con dos almorzás de oro que traiga he llenao la bota". Y dice:
- ¡Sí hombre ya lo creo, no os preocupéis!
Conque sale el diablo juyendo y al poco estaba allí y traía oro pa llenar tres botas. Pero Francisco le dice al otro:
- El diablo sabe mucho... sabe más por viejo que por diablo pero hay que ganale a él.
Y había una tumba recién abierta y va y agarra, saca la navaja, descose la suela de la bota ¿no comprendes? y la pone en lo alto de la tumba. Y llega el diablo y dice:
- Venga que voy a llenar la bota.
Y pone pa vacialo en la bota y no...
- ¿Esto qué es? Si he traío oro pa dos o tres botas y no se ve ni siquiera una monea en la bota. ¿Qué le pasa a esta bota...? ¿O es que creía yo que había traío y no he traío na?
Conque pilla un saco mu grande que había ¡pum! llega a una casa de monea y llena el saco y viene con un saco de oro que se cagaba la perra acuestas.
- Venga pon la bota ahí...
A to esto iba pasando el tiempo. Se ponen a echalo y más bien Francisco hacía hincapié pa que echara menos pa que le cundiera menos caer ¿no? que fuera más poco a poco. Total que descarga el saco de oro por la bota y que no se veía siquiera jarapeto.
Entonces el diablo irritao... el diablo pos siempre es el diablo y la buena fe hace muncho ¿no? el bien pos es mu bueno. Conque va, pilla el camino ¡fuuuuu! y viene con dos sacos de oro. Y dice Francisco:
- ¡Bah, pos esta es la mía! Con los puñaos que ha traío, el saco de antes y los dos sacos de ahora con esto ya tenemos... ¡pos ya verás! La vida que nos vamos a pasar va a ser de paja...
Conque va el diablo:
- ¡Venga, venga ligero, pon ahí la bota, que vamos a vaciar esto!
- Sí hombre, no te aceleres... si tienes lugar, tienes lugar...
Conque va el diablo y empieza a echar poquito a poco, poquito a poco... Total vacia el saco y al vaciar el primer saco de los dos que había llevao pos ya se veía ¿no? ya se veían relucir los primeros rayos del sol. Y decía Francisco:
- ¿Me habré acelerao mucho? No vaya a terminase el oro antes de venir los primeros claros del día. ¡Pos nos tardaremos más!
Va a dale el otro saco y se lía a echar, venga echar monedas de oro, venga echar... venga echale al saco pero ya caía menos. Conque ya le queaba un culillo al saco de na, viene la aurora. Y al mismo venir la aurora pegó un estallío que se perdió el diablo y no se encontró ni jarapeto. Entonces se abrió una bocana en el cielo y le dijo:
- ¡Que Dios te lo pague! Que m’has salvao porque yo estaba condenao y el diablo tenía que llevame. Y haciéndome esas tres guardias y haciendo lo que habéis hecho ya m’he salvao y subo al cielo.
Entonces ya su alma se fue p’arriba pa’l cielo. Francisco y el otro se repartieron sus dineros... ¡y esos sí que vivieron felices!

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