viernes, 10 de agosto de 2007

FIEL JUAN

Una vez había un rey que tenía un hijo y la madre murió al nacer el niño. Como es natural metió una nodriza, criaron al niño... El niño pos se puso grande y cuando el padre iba ya a dejar el trono llamó al fiel Juan que tenía, que le decía el fiel Juan de lo bueno que era, y le dijo:
- Mira, voy a morime. Cuando me muera le enseñas todo el palacio al príncipe y to las pertenencias que tiene más toa la población. Y la habitación de la puerta dorada, esa que no la abra, que no la vea.
Muere el padre, el hijo lo recorre to, el fiel Juan le presenta to lo que había en la pertenencia, ciudades... to el reino. Y llegan a la puerta dorada y le dice el príncipe:
- Abre esa puerta, fiel Juan.
- Esa puerta... Esa dijo tu padre que no se abriera y esa no se abre.
- ¡Pos yo tengo que ver lo que hay dentro!
- ¡Pos tú no puedes ver lo que hay dentro, porque no se abre!
- Bueno no entraré, pero tú la abres y yo miraré aunque sea así por el hombro.
Total, que con tanto y tanto, pos fue y la abrió una mijilla, miró así por lo alto del hombro y vio una mujer de oro, una estatua de mujer de oro, que se iba el zagalico de cosa tan bien hecha, de guapísima, de hermosísima, de perfecto... era una cosa... y dice:
- ¿Y eso qué es, qué significa?
- Eso es... en una isla está esa mujer tal como está en la estatua.
Y se quedó enamorao de ver la estatua, se quedó enamorao de la mujer.
- Pos yo tengo que vela.
Entonces fue y fletó un barco y se hizo un mercader, con muchas cosas de lujo... baratijas, en fin, de to... con muchas cosas, anillos... de lo que había en aquellos tiempos, ¿no?... bordaos, entremeses... de to las clases, de lo bueno y de lo bonito corriente, ¿no?, como pa donde iba.
Conque ya estuvo el barco cargao, levaron anclas y llegan a la isla. Y lo propio, anunciaron que iba a llegar el barco, pos claro, la gente, ya verás, viendo descargar aquello... llevaba cosas que se clisaba la vista; ellos no habían visto nunca aquellas maravillas que llevaban en el barco. Pos llega a oídos de la reina de la isla, que era ella, y lo propio, pos a velo. Llega y entonces él decontao que la vio la conoció. Va y le enseña no solamente lo que descargaron sino lo que había en el barco.
Pero ya tenía la gente del barco la consigna de apenas entrara ella en el barco levaran anclas, ¿no comprendes? Conque entra ella en el barco, y al mismo entrar levó anclas y ya vio ella que se iba distanciando de la isla, cada vez más retirao. El barco ¡ya verás! a to velamen juyendo. Pos va y se puso ella de mu mal humor y entonces le dijo él lo que era:
- Yo, es que te visto y me enamorao de ti y es que te quiero con locura.
Y ella pos no le cayó mal tampoco, un hombre de buena presencia...
- Yo soy el rey tal, he visto la estatua que la tenía mi padre...
- Sí.
Su padre tenía mu buenas relaciones con los padres d’ella, como se habían muerto pos eran ya el rey y la reina ellos. Entonces ya se pusieron rumbo al reinao de él. Pero conforme una noche ya pa llegar al puerto pos iba el fiel Juan así a la borda del barco contemplando el panorama, era una noche mu bonita, viendo el rizo de las olas, y siente jaleo en el aire... Vienen tres cornejas que se posan en el palo mayor. Y dice una:
- Fulana, hay que ver. Ya va a llegar la reina al puerto y va contenta.
- Sí, pero mira. La reina, cuando se baje del barco, le regalarán un caballo blanco, pero al montase se pegará fuego, arderá el caballo y morirá achicharrá. El que esto lo sepa y lo diga se convertirá en estatua de piedra desde los pies a las rodillas.
Dice otra corneja:
- Hay más, hay más... Si sale de esa y se casan le regalarán un vestido de novia que será de azufre y al poneselo arderá. Y el que esto lo sepa y lo diga se convertirá en estatua de piedra desde las piernas a la cintura.
Y dice otra corneja:
- Hay más, hay más...
- ¿Qué?
- Mira, si escapa del vestido y forman el baile, pos al estar bailando con el rey se quedará muerta y esto tiene salvación si hay alguno que lo sepa, que le quite el vestido y le chupe tres gotas de sangre que le correrán por la espalda. Y el que esto lo sepa y lo diga se convertirá en estatua de piedra desde la cintura a la cabeza.
Ya él sabía las tres cosas. Conque llega el barco, y lo propio de la realeza, como ellos viven tan agustico, se llevan tan bien y to, pos llevan un caballo pa que llegara ella a palacio, un caballo brioso que ansiaba de velo, ¡una maravilla!, y el fiel Juan allí al lao con un buen sable y chito. Conque hacen calle pa que pase la reina y al ir ella a montase en el caballo fue el fiel Juan y le cortó el pescuezo. Y al rey no le gustó y como nadie sabía na, tos se quedaron espantaos de aquello... pero el rey ya dice:
- No, no. Esto está bien hecho. Cuando lo ha hecho el fiel Juan... estará bien hecho... estará bien hecho... No ha pasado nada, nada...
Agarraron la cabeza y el caballo, en un instantico los quitaron de en medio y no pasó na. Ya ese peligro había pasao. Pos bien, sigue la juerga, al palacio, la alegría, las cosas, los preparativos... viene la hora del casamiento, pos ya verás tú. Le presentan a la reina el vestío, que se iba de hermosísimo, y a ella se le iban los ojicos detrás del vestío... Deseandico de poneselo pa estrenalo y lucir aquella prenda tan hermosa. Y el fiel Juan al lao con el sable preparao.
Conque van a cogelo pa llevaselo a la habitación pa que se vistiera y entonces agarró el sable, dio tres o cuatro testarazos, y lo hizo peazos. Ya, en vez de tragar una mijilla de saliva, ya les costó un hilón de salivazos al rey y tos... ¿no?
- En fin, cuando lo ha hecho el fiel Juan, estará bien hecho... está bien... que le vamos a hacer... está bien, está bien... No ha pasao nada, no ha pasao nada... venga otro vestío, vengan modistas.
En un instante hicieron otro vestío imitación aquel to lo más posible pero... no era aquel. El mérito ya era que hubiera sío aquel. Pero en fin, ya se hizo el casamiento.
- Vamos a celebralo con un baile.
Hacen el baile, ¡pos ya verás! lo que había allí de señoritas y de los comprometidos... un baile aristocrático de esta manera, de mucha realeza. Va el rey a abrir el baile con la princesa, y no hace na más que cogela del brazo y se muere. Y el fiel Juan, que estaba al lao, fue y agarró, le rajó el vestío, la pilló y le chupó por la espalda y le sacó las tres gotas de sangre. Y dice el rey:
- ¡Esto ya es un abuso, que ya es demasiao! ¡Este hombre lo que ha hecho! Primeramente el caballo con lo que era de hermoso; luego el vestido ¡vaya vestido lindo!, y ahora, ¡quitále la ropa a la reina!... Así de gente, quitále la ropa...nada, nada, a una perrera.
Y lo metieron en la cárcel. Pos allí estaba el pobrecito.
- ¿Por qué has hecho eso?
Llegaba el rey otro día:
- ¿Por qué hicites eso?
Él no quería convertise en estatua de piedra ni quería decilo tampoco. A otra vez llegaban el rey y la reina:
- ¿Por qué hicites aquello? Dínolo y si hay medios se arreglará, porque hay que ver como está la población... y ella misma, hombre, tú te crees que quitale la ropa y te pones a besala en la espalda...
Y él chito. Y ya, tanto ir y tanto venir, pos claro, el cántaro tanto va a la fuente así se rompe, ¿no?
- Bueno, pos lo voy a decir.
Y le dijo lo primero, lo del caballo. Y al mismo terminar vieron que ya las piernas pos ya eran una piedra. Sigue hablando y cuando llega ya al vestido pos se convierte en estatua de piedra hasta la cintura. Y ya cuando dice que eran tres gotas de sangre de la espalda, y la miraron y efectivamente se veía la señal de las tres gotas que le había sacao, se convirtió en una estatua de piedra entera.
Ya lo agarraron y lo pusieron allí... en una habitación mu hermosa que le hicieron y to, y lo pusieron en una repisa ¡una estatua! ya un bulto allí, una estatua de piedra. Y los reyes llegaban y decían:
- ¡Hay que ver Juan, lo bien que lo hicites con nosotros y hay que ver cómo te hemos pagao...!
Ya arrepentíos de habele dicho na, ellos sabiendo la cosa hubieran querío no habese enterao y que hubieran seguío a gusto. Pos na, la estatua allí quieta. Pero pasa el tiempo y la cigüeña les lleva un niño y una niña. Pos de que el rey y la reina ven que la cigüeña les ha llevao el niño y la niña ¡pos loquitos perdíos!, lo propio. Pasa el tiempo y ya grandecicos, el padre y la madre les decía:
- Mirad, ese es el fiel Juan. Ese hombre ha sío mu bueno, ese hombre ha hecho mucho por nosotros.
Y ellos, los niños, los angelicos, llegaban y le decían:
- Fiel Juan, ¿por qué hacites eso? Fiel Juan, ¿por qué la otra cosa?
Y to los días con la misma monserga. Pasa el tiempo y un día de fiesta mu señalao le dice ella al rey:
- Voy a ir a misa, ten tú cuidao de los niños.
- Bueno pos ves, yo me quedo aquí y tengo cuidao d’ellos.
Allí estaba el rey con la nodriza y entonces va y pilla al niño y la niña de la mano y les dice:
- Venid, mientras viene mamá vamos a ir a ver al fiel Juan.
Conque coge a los dos niños, el niño y la niña, de la mano y se ponen delante d’él.
- Válgame Dios Juan, ¡qué malamente te hemos pagao con to lo bien que has hecho por nosotros!
Y dice la estatua:
- Tiene remedio.
- ¿Cómo?
- Pos sí. Cortale la cabeza a los niños y restriégame la sangre en mi cuerpo.
No se lo pensó. Fue y les cortó la cabeza, le dio a la estatua con la sangre de los niños y se convirtió el fiel Juan otra vez en el que era. Al mismo terminar, agarró las cabezas, se las puso y salieron los dos niños hablando, ¡ya no pasó na! Y entonces le dice el rey a los niños:
- Vosotros ahí hasta que venga mamá.
Y entonces los metió allí en una habitación. Y llega la mujer de misa.
- ¿Qué, y los niños?
- Pos mira, están ahí. Pero, ¿sabes tú una cosa?
- ¿Pos qué? Dímelo.
- Que he hablao con el fiel Juan y ha dicho que sí, que vuelve a ser el mismo con tal de que se le corte la cabeza a los niños y se le dé con la sangre por su cuerpo.
- ¿Pos sabes que se lo merecía?
- Pues por eso lo he hecho.
Y abrió la puerta y ya vio a los niños y al fiel Juan. Y ya vivieron felices y comieron perdices

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