viernes, 10 de agosto de 2007

EL PICAPEDRERO

Una vez había un matrimonio que vivían mu agustico, tenían dos o tres hijos, y él era picapedrero y tenía las canteras en unos cerros cerca del pueblo. Y tos los días iba el hombre al trabajo y estaba mu contento, tenía su trabajico contino y tenía el bollo asegurao... Vivían agustico, vivían bien. Pero lo que pasa, las cosas de la vida, que un día está con su cincel y su martillo trabajando, sacando piedras pa un encargo que le habían hecho de muchas piedras, y el hombre llevaba el trabajo acelerao pa poder cumplir y sacase las dos pesetillas. Y dice:
- ¡Ay que ver la vida! Yo podía ser más.
Le vino eso a la cabeza. Él estaba agustico viviendo tan a gusto pero se había cansao de estar a gusto ¿no?
- Yo podía ser más. ¡Ay que ver lo que son los grandes hombres!
Era pleno verano y a esto que empieza el sol a apretar más y a apretar más y él ca chorro de sudor que se derretía... Se quita la camisa y dice:
- Yo tenía que ser el sol.
¡Contra, que se convierte en el sol!
- Yo ahora voy a portame yo.
Y sale mu mansico, casi primaveral, un clima mu bonico. Y las hierbas, to la naturaleza, daba encanto de ver cómo estaban los animales y el personal. Pero dice:
- ¡Si puedo hacer más!
Y apretó una mijilla más el calor. Ya se suaba...
- ¡Si puedo hacer más!
Ya apretaba más.
- ¡Si puedo hacer más!
¡Y ya apretaba que se quemaban las piedras! Y ya empieza a hacer un calor ya imponente, que no había quien lo resistiera y sale una nieblilla mu chiquitilla... una chispilla de niebla de na, pero empieza a ponese grande, grande, grande... Y ya se le pone delante y ya no calentaba el sol.
- ¡Caramba! Esto es... Yo quería ser más porque hago to lo que quiero, derrito las piedras... pero ¿y la niebla, una cosa tan insignificante lo que está haciendo conmigo? Me está quitando toa mi potestá...
Y la niebla iba a más, más, más... hasta que lo cubrió to y ya se perdió el sol por tos laos. Y entonces dice:
- Yo quiero ser la niebla.
Y se hizo la niebla. Y se hace la niebla mu pequeñica, iba dejando anchura y espacio, rajándose por unos laos pa que entrara el sol... portándose bien. Pero se cansó y dice:
- ¡Pos si yo puedo poneme a tajo parejo!
Ya se cerró por completo y ya no tenía claridad, no se veía na, a mediodía era como si fuera medianoche.
- ¿Qué haría yo más d’esto? ¡Ah, pos las nieblas echan agua! Pos ahora voy a echar yo agua.
De modo que se lía a echar agua a poquito a poco y ¡qué encanto, qué alegría! La naturaleza respirando ese frescor, esa vida del agua. Pero entonces se lía a echar agua ya como un diluvio, y lo que pasa, goteras por aquí y por allí en las casas, balates que se caían, lagunas que se formaban... Porque ya se había convertío to na más que en un aguacero y venga caer agua, venga caer agua...
Y entonces iba to plano de agua y él, qué alegría de lo que hacía él, vaya llanura, una llanura inmensísima y venga llover, to era suyo, y venga subir aquello p’arriba... Pero va el agua p’abajo, va corriendo y él veía que no había quién se interpusiera en lo que hacía. Hasta que llega el agua a una roca mu fuerte que había y ya la roca no dejaba pasar el agua. Y él venga echar más agua pa echar la roca abajo pero con la roca no pudo.
Y ya que no podía con la roca dice:
- ¡Pos yo quiero ser la roca!
Y ya dejó de ser la niebla echando agua y se hizo la roca. Y venía una tempestad y otra tempestad y muchas venías de agua y venga venir agua, pero él lo sostenía to.
Así estuvo mucho tiempo, y al cabo de mucho tiempo, llega uno y se pone a picar pa sacar piedra de la roca y entonces veía que el otro iba sacando los cachos que le quitaba. Y venga sacar roca, sacar piedras y entonces dice él:
- ¡Yo quiero ser picapedrero!
Y otra vez volvió a lo mismo, volvió a ser picapedrero.

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