viernes, 10 de agosto de 2007

LA SUEGRA DEL DIABLO

Allá en tiempos mu remotos, pues lo que pasa en la vida, ca uno tiene que vivir de su oficio. El Señor vive mu contento con muchos que se mueran y en vez de ir a otro lao pos que vayan al cielo, arrepentíos y que se vayan al cielo. Y el Diablo, como es natural, pues que sean muchos malos y que se mueran y vayan al infierno pa seguir metiéndole leña a la caldera pa que siga el aceite hirviendo y vayan asándose poco a poco.
Viene un tiempo mu aciago, mu malo pa’l diablo, el personal era mu bueno, y un día se reúnen tos en el infierno.
- ¡Aquí si las calderas se van a agilar...! No se puede meter uno, si no hay un alma que venga y que esté en el aceite hirviendo... ¿pos qué hacemos?
- Na, mira. Tú Camandula, vas a pillar el camino y te vas a ir a la Tierra y mientras no mandes un puñao bueno aquí no vengas... Tú apáñatelas como tú quieras.
Porque el Diablo tiene, como son espíritus puros, lo mismo que los ángeles na más que en vez de ser pa lo bueno pos son pa lo malo. Los ángeles pos son pa lo bueno y el Diablo y los diablillos pos pa lo malo. Lo propio. Pos ellos quieren lo suyo, como es natural.
- Bueno, pos allá que voy.
Conque ya se despidió allí de los otros diablos conocíos y de tos y llega a la Tierra y pasa por un sitio que parecía un vergel aquello de hermoso.
- ¡Ay que ver...! Vaya un sitio... un sitio hermoso que es la Tierra, esto es una delicia... Aquí se vive como las propias rosas. Pos aquí podría hacer algo y a los incautos traémelos aquí ¿no? y que vayan teniendo cosa buena y aquí los voy alimentando y mandándolos al infierno.
Bueno, pues claro, siempre lo bueno tiene alguna mijilla cosilla mala, pos resulta que a la parte de arriba de aquello tan hermoso pos había un lavaero, que es una cosa que hace falta, y había una mujer viuda, que tenía una hija, que era mu esfaratá... Se ponía en un instante allí a lavar los trapos, en un momento los echaba fuera de cualquier manera, y la hija casi le ganaba a la madre. También era mu apañá. Pero el diablo no se fija en eso y decía:
- Esto es lo propio, esto es lo propio... Esto aquí, el lavadero, tiene su hija... Yo me caso con ella y ya ir trayendo personal y a poquito a poco voy metiéndole cizaña y mandándoselos allí abajo a Pedro Botero.
Efectivamente, habla con aquella mujer.
- Mire usté que estoy aquí, soy comerciante, y voy a pasame aquí una temporá. Me desplazaré a algunos sitios, saldré pero no estaré mucho tiempo ausente y yo quisiera... pos eso es... estar a gusto porque esto es una delicia lo que hay aquí, esto es un vergel...
- Sí conforme, yo quiero la felicidad de mi hija y si usté la quiere...
Pos la pobre de buena fe. Y lo miraba así y decía:
- Tiene cara bueno, tiene cara bueno...
Conque pasa el tiempo y vivían mu agustico. Él cuando quería ir por ahí a pescar algún alma o algo, decía:
- Que voy a ir de viaje.
- ¿Y dónde tienes los artículos y las cosas...?
- Yo ya lo tengo to preparao. Tú no te preocupes por mí, que ya verás como vengo pronto.
Pos claro, salía, se daba una vuelta por ahí y venía. Y se pasa el tiempo y se le pone un ojo malo a la suegra. Y claro, se moría el que era malo o algo, un familiar o un vecino y el diablo lo arreglaba toíco en un instante... si tiene poder pa las cosas. Conque va y se lo dice:
- ¡Ah, eso se cura pronto!
Va y le trae un colirio, se lo echa y se puso el ojo bueno de contao, pero resulta que con el ojo además de ver, veía también el infierno. Conque pasa el tiempo y el diablo ya no paraba de hacer cabriolás, de hacer cosas y tos p’abajo... ¡ya verás! Iba ingresando que daba encanto. Y un día se pone uno de los vecinos... se pone malo. Y ella lo veía, veía al diablo en el cuarto del enfermo, si lo veía en la cabecera la cama pos na pero si lo veía en los pies se lo llevaba. Va ella a ver el enfermo, como veía el infierno y lo veía to, pos al nuero lo ve allí.
- ¿Camandula estás ahí?
Y estaba ahí conque va y prepara una pila de calderos, una pila de cacharros, una pila de latones y mucha gente allí. Y dice:
- Cuando yo haga así... to el mundo a dar jaleo.
Y ya sabía él lo que era la suegra ¿no comprendes? la suegra que lo eslomaba en un instante. Conque entonces va ella y dice:
- Camandula, ¿estás ahí?
- Sí.
Y hace la señal y del jaleo que se formó si por poco se cae to la casa. Y entonces pilló el camino, con el rabo entre las patas y salió juyendo como un demonio. Y llega al infierno.
- ¿Por qué te vienes Camandula? Si todavía no has terminao.
- Quita, que si no llego aquí... si no salgo juyendo mi suegra me mata.
De modo que ya se queó allí en el infierno, no subió más p’arriba y ya volvió otra vez a ser la gente más mala y ya no necesitaron ya más mandalo p’arriba. Y la pobre ya se quedó allí con su hija.

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