viernes, 10 de agosto de 2007

LA MONA

Un rey tenía tres hijos. En el palacio vivían mu agustico, mu bien. Era un rey mu bueno, tenía buenos administradores y llevaban mu bien la nación ¡vaya! vivían encantaos de la vida. Pasa el tiempo, y lo propio, los hijos se van poniendo grandes; se ponen ya pollanconcillos, van al colegio, se educan... Cuando el mayor llegó a la mayoría de edad le dice su padre:
- Mira fulano, vas a salir y vas a tráete un vestido de novia de lo mejor que haiga, el mejor que encuentres en el mundo. Tú recorre el estao y el que más te guste lo traes.
Pilla su caballo, que eran los aroplanos que había entonces, pilla el caballo pum pum pum y recorrió to el estao. Al mejor telar que llegó encontró lo más bueno que había y lo más bonito; pues fue y se lo llevó a su padre. Hicieron un restriño, lo pusieron presentao en una urna y le dice el padre:
- Bueno, ya es un trabajo que has hecho. Ahora vas a pillar el camino y vas a tráete los zapatos más bonitos que haiga.
Pos va, coge su caballo, pilla el camino y recorre otra vez to el estao y to los maestros zapateros y llevó a su padre unos zapatos que era lo que había que ver en el asunto de zapatos. Cuando ya tuvieron el vestido y los zapatos puestos en la urna, el rey le dice al del medio:
- Tú tienes que hacer como tu hermano.
Hizo lo mismo, recorrió el estao, y si lindos eran los que llevó el primero pos más lindos eran los que llevó el segundo. Sale haciendo su recorrío, y si el vestido lo llevó bueno el primero pos el segundo no le iba en zaga; como es natural le dijo el hermano donde estaban los sitios donde había comprao. Y con los zapatos los mismo.
Cuando ya estaban el vestido y los zapatos que habían traío cada hermano en una urna, el padre llama al menor. Y el menor era más chungo, ¡era más chungo que decilo!
- Mira lo que han hecho tus hermanos; mira qué vestidos y mira qué zapatos, ¡dan ansias de velos!, ¡se van de la pared de lo hermosísimos que son! A ver lo que tú haces.
Conque entonces va el menor, se echa a reír con sus chungas y pilla el caballo, le echa la brida así por lo alto del cuello y le dice:
- Vamos donde tú quieras.
Y el caballo sale anda que te anda, anda que andarás. Y sigue un día andando, otro día andando; ande le parecía hacía posá o hacía noche, según le pillara, o en la posá la estrella o algún pueblo, según le pillara al pobre pos así lo iba haciendo.
Conque llega a un bosque cerrao que no había por donde menease. Ya que s’ha dentrao un cacho en el bosque, ve un mono por aquí, otro mono por allí, otro por aquel lao y otro por el otro lao. Y el caballo anda que te anda, no paraba. Conque llega al medio del recinto que tenían los monos y salta una mona y dice a otro:
- Je, je, ¿no sabes una cosa?
- Pos ¿qué pasa?
- Mira el hijo del rey que viene buscando, nada, ya ves tú, unos zapatos.
- Escucha, pos aquellas esparteñas que nos encontremos en aquellos cerros, ¡que se las lleve!
De modo que se bajó del caballo, estuvo saludando a la mona, comió, descansó el caballo. Pa irse pilla sus esparteñas hechas peazos y llega al palacio y le dice al rey:
- Padre, mire usté lo que traigo.
- Sí hijo mío, eso merece lo suyo, lo mismo que lo de tus hermanos.
Y puso las esparteñas en otra vitrina al lao de las otras dos.
- Ahora tienes que traer el vestío.
- No tengo inconveniente ninguno; lo mismo que he traío los zapatos me traigo el vestío.
Le echa la brida otra vez a lo alto el pescuezo al caballo y dice:
- Lo que tú quieras, lo mismo que antes haz ahora.
Pues el caballo, ni corto ni perezoso pum pum pum pues el mismo camino. Ya los monos estaban a expectativa y lo columbraron.
- ¡Eh! ¡Que ya viene el hijo del rey! ¡Que ya viene!
- ¿A qué vendrá ahora?
- Ya nos enteraremos, ya nos enteraremos.
Conque ya, la que estaba más avispaílla allí dice:
- Ya está aquí otra vez. ¿A que no sabes a qué viene ahora?
- ¿A qué?
- Ahora viene a por un vestío de novia.
- Escucha, no hay problema. Ahí hay una roílla que está hecha peazos y dásela que se la lleve. Cogen la roílla y se la lían en un cacho palo. Sale andando y llega al palacio.
- Padre, tome usté lo que ha mandao. Esto es lo que traigo.
- Nada, hijo mío, nada. Cuando lo has traío se tiene que poner ahí a su sitio.
Ya estaban las tres vitrinas completas. Y claro, tos los que llegaban y veían las dos cosas tan lindas y la cosa tan deslinda pos era una pura risión. Y dice el padre:
- Bueno, ya están los zapatos y el vestido de novia; ahora falta la novia. De modo que tenéis que buscar una mujer que os agrade y que podáis convivir to la vida, que esto es una cosa que es sagrao, que es pa siempre. Lo mismo que yo me casé con vuestra madre vosotros tenéis que hacer lo mismo con vuestras mujeres.
Sale el mayor pim pim pim anda que te anda con su caballo haciendo su recorrío, lo natural, y buscando a ver. Cuando vio él una que hablando siempre en reuniones y eso, se lo propuso y dijo que sí. Preparan las cosas y se van a palacio. Y si hermosísimo era lo que había allí puesto, lo que había llevao lo primero, aquella pintura de mujer tan hermosa, tan linda, pues aquello deslumbraba al sol.
Los palaciegos y tos los que llegaban a ver la novedad se queaban con la boquita abierta al ver aquél cuerpo, aquellos ojos, aquella cara, aquél perfil de mujer. Bueno, entonces el rey le dice al del medio:
- Mira tu hermano, ahí no se puede perder na, a ver lo que tú haces.
Sale el segundo pum pum pum se hace el recorrío y si guapa era la mujer que llevó el hermano, no le iba en zaga la que llevó él pa convertirla en princesa, nada, mu bien, una habitación pa una y otra habitación pa otra hasta que fuera el casamiento. Y le dice el padre al menor:
- Mira ahí tus hermanos. Tú termina también.
- Yo... lo que venga viene bien.
Conque pilla el caballo, le echa otra vez la brida al cuello y le dice:
- Tira de la ruta que quieras, que ande tú me lleves allí que voy.
Sale el caballo pim pam pim pam pim pam al mismo sitio. Ya hasta los monos chiquitillos lo conocían y meneando el rabo, de contento tos decían:
- ¡Ya viene! ¡Ya viene!
Pero más contenta meneaba la mona el rabo tavía. Llega a mitad del recinto y le dice una mona a otra:
- ¿A que no sabes a qué viene ahora?
- Sí, mujer, nos vamos a enterar, pero ahora mismo.
- ¡No! ¿Sabes a lo que viene? A llevase a una princesa pa casase con ella.
Y entonces dice la otra mona mientras se monta en lo alto de la grupa.
- Pos yo me voy con él.
Se monta en la grupa del caballo, se abraza a él por detrás y sale el caballo pum pum pum camino del palacio. Hacían noche... donde les pillaba allí se quedaban. Él con su mona debajo de un árbol, en una cueva o donde pillaban. Llegan a palacio y estaba la gente, los palaciegos y tos, a ver lo que traía el príncipe; como ya tenía lo que tenía allí pensaban que arreglá al santo así sería la peana. Se presenta al rey.
- ¿Qué traes ahí?
- Mi novia.
- ¡Hombre por Dios! Bueno, mu bien. Llévala a su habitación.
Pasaron los días, hicieron una fiesta y organizaron la celebración del casamiento de los príncipes, ca uno con su novia. Las dos primeras se habían probao los zapatos, y los vestíos lo mismo, y le sentaban a la perfección, estaban que daban encanto. Y allí estaban las esparteñas, la roílla lía en el palo pa que no se cayeran los cachos y la mona.
Organiza el rey la fiesta, y ya ves tú si invitarían a personal, como es natural, de tos los alrreores, del palacio, de familiares d’ellos y de las novias, pero de monos nada, na más que la mona. Y tos se queaban haciendo cruces: "¿Qué va a hacer el rey con eso?" "¡Pos anda que el príncipe con la mona!"
Va el rey, prepara la ceremonia, ya estaban to los grandes allí, y maceros, la orquesta lista pa empezar el baile. El rey primeramente tenía que bailar con las tres novias y saca a la primera.
- Señorita, ¿me acompaña a inaugurar el baile?
Se ponen a bailar y pom pom pom ¡ya verás! una cosa de miedo de lo bonito y les hicieron muchos aplausos. Baila el rey con la segunda y terminan pos lo mismo, con un aplauso.
- ¡Veremos a ver ahora el rey con la mona!
A la mona le habían puesto unos lacicos y le dice el rey:
- ¿Baila usté, señorita mona?
Y al decir eso se le cayó la piel y resultó una princesa, que si guapas eran las otras dos, le ganaba a ellas y a otras dos más de guapa. Sus zapatos eran de oro y diamantes, una cosa imponente de bueno; y si es el vestío, de lo que no había. Entonces le dijo ella:
- Mire su majestad. Mi reino, por una cosa que hizo mi padre, nos castigaron y nos convirtieron a tos en monos. Y hasta que un rey no dijera las palabras que ha dicho usté no se rompía el encanto. De modo que ahí se queda usté con sus dos hijos y sus dos yernas, pa ellos que sea el reino, que nosotros con el mío tenemos bastante y de sobra.
Ya se casaron los tres, vivieron felices, comieron perdices y una mijica de alcaravea pa que tú te lo creas.

No hay comentarios: