viernes, 10 de agosto de 2007

LOS TRES CONSEJOS

Cuando los árabes se apoderaron de España, pos lo propio en una cosa d’esas, se pilla to lo que se quiere y más. Como es propio pues juntaban muchas levas de personal y se las llevaban pa Africa, pa ellos, de esclavos pa trabajar allí.
Entre una de las levas cogieron a un muchacho que no había hecho na más que casase. Tenía veinte años. Y tuvo la suerte de caer, de que lo compraran en uno de los lotes que sacaban pa un moro que era mu bueno y mu sabio. Y el pobre pues estaba como es natural recién casao, pos acordándose de su mujer y llorando por la vida que llevaba el pobre. Pero se resignó... ¿qué iba a hacer?
Pasa el tiempo y cuando cumplió veinte años de trabajo le dijo el amo el día anterior:
- Mira fulano, ya mañana no vas a trabajar. Hoy es el último día de trabajo que echas de modo que vamos al tajo y cuando vengamos pues ya te arreglarán las cosas y te vas.
Pos vienen del trabajo, se lava, se arregla, come y le dice:
- Mira, tú te vas a ir, ya has cumplío tu misión. Vas a tu pueblo y eso es... lo mismo que tas portao aquí veinte años portate así en la vida y siempre... pos morirás a gusto siendo un hombre de tu casa.
En fin, el hombre dándole consejos.
- Y dime si quieres que te pague el tiempo que has estao conmigo en dinero y te lo pago... ¿O quieres tres consejos?
Y él sabía que el amo pos era mu bueno, mu buena persona y sabía mucho.
- ¡Pos déme usté los tres consejos, no quiero el dinero!
Entonces le dio los tres consejos:
- Mira el primer consejo que te voy a dar es que nunca troches, siempre tú vayas por tu camino. El segundo que no te metas en lo que no te importa. Y el tercero, que antes de hacer una cosa lo consultes con la almohada. En fin, como tas portao bien... tú has pedío los tres consejos y yo te los he dao, pero mira... toma esta torta.
Y le da una torta de pan mu apunto, pan serrano.
- Y cuando estés en tu casa, le echas la bendición y la partes. Y toma este dinero pal camino. Tanto que te puedes gastar en el viaje y tanto que, cuando llegues a la orilla del mar, te puede costar el barco.
Se abrazaron, le echó él la bendición y sale el hombre anda que te anda, anda que te anda, anda que te anda y venga... cielo y desierto y cielo y desierto... Llegaba a un sitio, se enteraba de la distancia que había de un sitio a otro, compraba lo que él creía que le hacía falta y así, hasta que llegó ya a terreno, acercándose a la costa, que ya estaban los pueblos más cercanos unos de otros. Y llega a un pueblo que ve una posá.
- Buenas noches.
- Buenas noches.
- ¿Qué quiere usté?
- Ande pasar la noche.
Pos pasa una noche y a otro día por la mañana ya estuvieron allí hablando, las recuas, los arrieros que había ¿no? con sus camellos pa cruzar el desierto y él. Y dicen de seguir camino tos juntos.
- ¿Vámonos?
- Pos vamos.
Salen andando, anda que te anda, anda que te anda y llegan a las afueras el pueblo y cogen por una trocha. Pero al ir a metese en la trocha se acuerda.
- Me dijo mi amo que no atrochara nunca. Andar con Dios que yo voy a echar por allí.
Conque sale él por el camino y ellos por la trocha pum pum pum y al llegar él al otro pueblo no habían visto a ninguno de los otros. Y pregunta:
- ¿No han venío por aquí unos mercaderes?
Y dio la relación de la caravana.
- No, no han venío y lo más probable es que hayan muerto tos porque al mismo salir de la trocha había una cuadrilla de bandíos y l’han matao.
- ¡Bueno, pos ya va uno!
Conque sale andando, anda que te anda, anda que te anda y pasa aquél pueblo, llega a otro pueblo ya cerca del puerto.
- Buenas noches.
- Buenas noches.
- ¿Qué? ¿Vamos de camino?
- Pos sí, a ver si llego a mi casa. Yo soy de la península y he estao con un señor...
En fin, contando él sus cosas y los otros contando otras y así pasaron la noche. Ya por la mañana se levantan pa ise... y dice uno:
- Oye fulano, una cosa que tenía aquí y que ya no está.
- Hombre, yo no la agarrao...
Total pos que sa perdío eso y se lían a garrotazos y zapatiestas y dale que le pego. Y entonces se acuerda: "No te metas en lo que no te importa". Y dice:
- A mí no me importa esto.
Y ya que estaban esollaos, en un rinconcillo lo había puesto uno de aquellos y apareció. Y ya tos diciendo, el ventero, el posaero... que aquello que había pasao no tenía que haber pasao.
- ¡Con razón decía mi amo que no me metiera en lo que no me importaba! Pos ya voy a llegar a mi casa.
Conque sale anda que te anda, anda que te anda, y llega ya al último pueblo, ya lindando al agua, ya puerto. Estuvo allí tres o cuatro días hasta que saliera el barco. Y llega a su pueblo. Y enfrente de su casa había una posá y allí se va. Y ve a la mujer, pero conforme estaba viendo a la mujer ve que llega un hombre, de unos 20 años, que guapa era la mujer, se conservaba bien y guapo era el mozalbete, y ve que besa a su mujer. ¡Pos se lo llevó el diablo! Tenía un cuchillo y dice:
- Con esto voy y lo mato.
Y se acordó de que antes de hacer una cosa la consultara con la almohada, Conque ya, pues se guarda el cuchillo. Y en una de las veces que lo pilló el posaero mirando le dice:
- ¡Ay que ver! Mira usté mucho a la viudita, mi vecina.
- ¿Es que es viuda?
- Pues por viuda la tenemos.
- Por cierto que una mujer mu virtuosa ¿no?... porque viene un mancebo que tiene y lo primero que hace es besala.
- Ese hombre es el hijo suyo. Vinieron hace ya veinte años... Llegaron se llevaron unas levas de personal y en una d’ellas pillaron al marío. Y todavía pos estará por ahí. Y ese es hijo suyo. Y es una mujer mu virtuosa, sa portao mu bien, tiene mu buenas manos... Ella ha ayudao en la casa lo que ha podío cosiendo y bordando y haciendo primores pa las casas. Sa portao mu bien y ha sacao a su hijo y tiene pa que pueda vivir. Porque ha vivío solamente como una esclava de ese niño.
Y entonces a él se le cayeron las lágrimas al pobre.
- ¿Qué iba a hacer? Iba e matar a mi hijo...
Entonces ya se acostó. Por la mañana se presentó mu temprano. Ya habló con el posaero y ya el posaero habló con ella y fue con él. Le dio él pelos y señales y ya se reunió con su hijo. Y a to esto que dice la mujer:
- ¿Que traes aquí fulano?
- Pos una torta que me dijo el hombre que era la torta de la felicidad, que no la partiera hasta que estuviéramos juntos.
Entonces fue ella y la agarró y la puso en la taquilla pa cuando fueran a comer ponela en la mesa. Y pa’l almuerzo se ponen tos en la mesa, ponen la torta en medio, agarra él el cuchillo y la partió ¡y estaba llena de to el dinero que había ganao en los veinte años! Y ya arreglao a que tenían cuartos compraron tierras, vivieron a gusto, comieron perdices y vivieron felices pa que tú te lo creas.

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