viernes, 10 de agosto de 2007

La vida es porque tengo palabras: PEPE CRIADO

Mi abuelo paterno murió a mediados de los años 60. Yo era bastante niño pero le tengo, entre otros vagos recuerdos, en dos imágenes muy concretas. Una de ellas, imborrable, es su pausado andar, la calle de la fuentecilla arriba, cargado de leña y, curiosamente, esta imagen la recuerdo acompañada de sus mañaneros golpes partiendo los troncos de parra en la puerta de la casa.

Afortunadamente no tengo disociados imagen y sonido en uno de mis recuerdos más queridos en la infancia: Mi abuelo José sentado frente a la chimenea, con su chalequillo, la pelliza por los hombros y los pantalones de pana negros, nos "echa" cuentos a mis dos hermanas y a mí.

Lo único malo de los inviernos en Dalías es que no hace frío pero, no obstante, alrededor de aquella chimenea, en una casa humilde, tuvimos la dicha de inundarnos del calor que no entiende de temperatura sino de sentimientos.

Años después supe que había sido mi abuela la verdadera apasionada de los cuentos populares. Aprendió a leer con mucho esfuerzo y convirtió cualquier cosa legible en su deleite, por lo que no resulta extraño que de los cuentos que "echaba" a hijos y vecinos podamos ver versiones en los popularizados de Calleja o los grandes escritores de su época.

Pero también sus historias le llegaron de la más pura oralidad; variantes de estos cuentos podemos encontrar en el resto de Andalucía (RODRIGUEZ ALMODOVAR); en Asturias (ARRIETA GALLASTEGUI), donde se cuenta El herrero de Posada, similar a Juan Soldao; en Marruecos, donde se narra el cuento Las dos cabritas (Pág. 94) que es paralelo a El picapedrero aquí narrado, y, también, Lunya, similar a nuestro Luisa en el zarzal (Pág. 206) (GIL GRIMAU/IBN AZZUZ) o en el Líbano, donde se cuenta La historia del pez mágico, (Pág. 126) similar al Pececito, pececito, una cosa necesito, incluido en este libro (HANAN AL-SHAYKH)

De mi abuela, que murió tres meses después de nacer yo, la tradición familiar de contar cuentos quedó en su hijo mayor, mi tío Francisco Criado Bullón, nacido en 1915 y conocido familiarmente en Dalías por Frasquito Bullón. Él ha mantenido en vilo a bastantes generaciones de chiquillos del barrio de La Herrela, en la puerta de su casa, durante las noches de verano y ahora su voz queda en estas páginas, aprisionada porque pierde el vibrante instante de oírsela en directo, pero reveladora de la recreación que cada persona hace de la vida a través de la palabra.
Agradezco a mi tío la paciencia conque me honró cuando aquel verano de 1988 estuvimos grabando estos cuentos y también le agradezco, tanto como a mi padre, su hermano, el especial don de paladear la vida en permanente contemplación y constante sorpresa ante lo cotidiano que nos han transmitido a toda la familia.

Y celebro el curioso paralelismo que este libro tiene con el titulado Cuentos populares andaluces publicado por la Universidad de Sevilla y preparado por el filólogo Poul Rasmussen con textos narrados por la sevillana María Ceballos. Realizamos la recopilación de los cuentos en los mismos años, con el mismo método, grabándolos, y con el común fin de transcribirlos en andaluz, con las expresiones y palabras tal como fueron contados.

Doy las gracias también a mi tía Merceíca y a mi prima Rosalía, que pusieron todo el interés y siguieron las grabaciones para que fueran lo más fieles posibles a la tradición oral.

Y, cómo no, gracias a mi tío Frasquito, que siguió la costumbre familiar de contar estos cuentos hasta nuestros días y que hizo posible que ahora estén reunidos en este libro ya para siempre.

En Dalías, sobre 1925, con diez años, él ya oía estos cuentos, según sus propias palabras: To estos son cuentos que me contaba mi madre al calor de la chimenea, con la lumbre de troncos en la chimenea.

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